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mayo 02, 2011

Real vergüenza

No quiero que piensen que soy el borrachito de la fiesta ni mucho menos. Soy un ciudadano común y corriente de una supuesta república sureña que ni siquiera produce bananas. Pero, hoy amanecí de golpe, de golpe televisivo, pues al poner las noticias, como todas las mañanas, ¿con qué me encuentro? - Con una boda real y con las cámaras mostrando un inmenso gentío en la ciudad del Támesis y de las calles otrora pavimentadas de sangre de aquellas princesas que alguna vez fueron aclamadas como la de hoy.

Cientos de miles de ingleses y extranjeros, en las calles de Londres siguieron el enlace de Guillermo de Inglaterra, segundo en la línea de sucesión al trono británico, y Catalina Middleton, su novia plebeya pero millonaria, durante una década.

Se dice que con este matrimonio la Corona pretende, como los gatos, tapar el excremento que ha salpicado con los distintos escándalos de la Corte ociosa y cerrar páginas a crisis pasadas abriendo una puerta al futuro de la realeza cuyas testas están en juego pero no como en tiempos de los Tudor.

El artífice de este posible cambio sería Guillermo, el hijo mayor de Diana de Gales, cuya muerte llevó a Elizabeth II a vivir sus horas más bajas de popularidad.

La realeza para sobrevivir y seguir depredando el erario nacional británico tiene puestas todas las esperanzas en Willy, para que sea el rey del siglo XXI, un rey que conjugue tradición con cercanía y modernidad y en lo posible sin escándalos reales.

Chile, país que se supone que es una República, amaneció de golpe encadenado en sus medios, especialmente televisivos, como si este país fuera una Venezuela cualquiera. Claro, no para ver a Chávez, ni escucharlo, ni oírlo hablar de su abuela, no; eso no. Los chilenos amanecimos de golpe encadenados por horas a una boda de la realeza británica y, lo peor de todo, es que este país ni siquiera pertenece a la Commonwealth y ni siquiera tiene Social Security para parecerse a la Gran Bretaña.

Daba vergüenza ajena ver a los opinólogos (que por cierto opinan solo idioteces) y opinólogas estas últimas señoritas (y no tanto) sacadas de algún caño o tubo, bailarinas de mala muerte, que por su belleza hablan pajas y pistoladas con ventilador. Algunas, en el colmo de la ridiculez vestían sombreros para emular a las damas británicas y, los caballeros (todos muy condescendientes ellos) con sus voces blancas y a quienes como se dice en el trópico, a la mayoría se les quema el arroz, hablaban con todo desparpajo de las vestimentas de los novios, de los invitados, de la vieja reina y de cuanta estupidez se les ocurría. Otros, decían cuando yo estuve en Londres y hablaban de sitios inexistentes pues en su mala pronunciación decían cualquier cosa menos la que creían decir

La realeza británica le cuesta más de 60 millones de dólares anuales a las arcas británicas. Muchos dirán pero si gastan menos que Chávez, los Castro, Ortega o la Fernández. Pero, se supone que es un a monarquía constitucional y de que el Reino Unido es una democracia; una real democracia.

Ahora bien, cuánto costó la boda de los príncipes es otra cosa. Los gastos del municipio de Londres, por el aseo, las vallas papales, el vuelo de los aviones de guerra sobre la city, el despliegue policial, las ambulancias, la atención médica, el alerta en contra de los terroristas, etcétera, eso tiene un costo multimillonario y ese dinero no sale de las arcas monárquicas. Claro, los opinólogos y opinólogas no vieron ni contabilizaron eso. No sacaron la cuenta, por ejemplo que con ese dinero tan malgastado se podrían construir una veintena de hospitales para el tercer mundo, un par de centenares de escuelas y así por el estilo.

Lo más ridículo de esto es que muchos chilenos, en especial los opinólogos piensan que Chile es la Inglaterra de Latinoamérica. ¿Será por la actuación de este país en la Guerra de las Malvinas? Se han olvidado de que somos una República con mayúscula, seria (o pretendemos serlo) y que la TV y las mass media en general, debe estar al servicio de las comunidades y en especial de los necesitados. ¿Qué sucede? ¿Por qué tanta banalidad? ¿Por qué tanta Sodoma y Gomorra, en los medios? ¿No se supone que los medios deben educar y estar al servicio del pueblo como un cuarto poder?

Mario H. Concha Vergara

conchamh@gmail.com

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