Quizás los venezolanos, inclusive, no nos hemos percatado de ese hecho tan curioso, como es de que ya formamos parte del conjunto de países con un récord muy peculiar: integramos una sociedad en la que sus miembros, en promedio y por hora, miramos para atrás y los lados cinco veces más que los canadienses o los americanos. Se trata de lo que, coloquialmente, aquí llamamos, "estar moscas", y que quienes han detectado semejante comportamiento reflejan lo obvio: nos sentimos desprotegidos, con permanente desconfianza y con mucho miedo.
¿Y cómo ser componentes diferentes de una sociedad sin dichas características cuando, a diario, ya es también parte del costumbrismo criollo ver a madres y padres llorando la pérdida de un hijo o hija, mientras que, entre lágrimas, invocan el castigo divino, ya que aquí no hay justicia?. Le sucede a todos los venezolanos, indistintamente de su condición social, económica o simpatías políticas; y hoy, inclusive, es componente primario en el discurso preelectoral liderado por "Chavistas" y "Caprilistas", a la vez que emergen nuevas recetas gubernamentales contra el grave problema, pero sin que se aminore el número de vidas útiles que pierde Venezuela cada hora, cada día.
Entre la desprotección, la desconfianza y el miedo, los ciudadanos venezolanos de bien, sencillamente, han asumido lo peor de la realidad: aislarse, en procura de un sistema de vida en el que cada uno idea su mejor forma de no ser víctima, cuando lo que se requiere -y con urgencia- es tomar determinaciones, y lo cual se plantea como exigencia indeclinable ante la trascendente e histórica oportunidad del proceso electoral. Del evento comicial considerado -y con razón- el más importante de la vida republicana venezolana, ya que nos pone ante la disyuntiva de actuar obedeciendo a la escogencia del camino que nos conduzca a decidir por la opción de ir al reencuentro colectivo con la venezolanidad, con el rescate de la hospitalidad y de la bondad característica del gentilicio criollo, o por la alternativa de seguir dividiéndonos y odiándonos, sólo por pensar distinto.
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