El peligro de las redes sociales
En las charlas que di recientemente en Wordcamp y Buenos Aires 2.0 compartí algunas ideas sobre mi visión del fenómeno de Internet 2.0 y las redes sociales. En este post y algunos más voy a compartir los principales puntos que toqué sobre este tema. El primero tiene que ver con el peligro de usar redes sociales.
No es raro en estos tiempos escuchar a quienes no adoptan herramientas 2.0 que no lo hacen porque usarlas es peligroso. Dicen que no subas tus fotos a Flickr. Que no pongas que vas a hacer en tu status de Facebook o Twitter o Friendfeed. Que alguien podría usar la información allí compartida sobre ti mismo para hacerte daño; por ejemplo, secuestrarte. Yo creo que ese es un argumento totalmente absurdo.
Al menos en la Argentina es MUCHO más probable morir viajando en auto por una ruta que ser secuestrado (ni que hablar morir como resultado de un secuestro). Y nadie deja de viajar en auto por eso.
No estamos hablando acá de secuestros al voleo. De esos sí hay bastantes, pero la chance de que te suceda no tiene nada que ver con que subas o no tus fotos o postees tu status.
Las posibilidades que se abren de interacción con la gente a partir de todas estas herramientas son demasiado interesantes como para dejarlas pasar por miedos injustificados. Es el equivalente 2.0 del temor absurdo que desde hace 10 años frena el avance del comercio electrónico por estas latitudes por miedo a poner el número de tarjeta en los sitios.
Yo creo que en general de lo que se trata es de barreras mentales para asimilar el cambio. Es preferible decir “yo no lo uso porque es peligroso” que reconocer que ciertos avances o tecnologías “no las entiendo”, “no sé cómo usarlas” o “no sé cómo sacarles provecho”.
Al igual que pasó alguna vez con las computadoras (o con el catálogo de Officenet cuando lanzamos), quien nunca tuvo una no sabe para qué la usaría y cree que no la necesita. Quien la incorporó a su vida y se habituó a usarla no entiende cómo alguien podría vivir sin ella.
Mi filosofía es siempre abrazar el cambio. A veces adopto cosas que no entiendo ni sé cómo aprovechar. Pero confío en que cambiar es siempre bueno. Y que a la larga haber incorporado lo nuevo habrá tenido sentido.
A veces el cambio me asusta, pero de eso se trata: de salir de la zona de confort.
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