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diciembre 05, 2010

¿Es el desempleo, el mal mayor?

Zimbabwe tiene una tasa de desempleo que supera 90%. La de Nepal llega a 46. En la franja de Gaza toca a cuatro de cada 10 personas y en Afganistán y Macedonia afecta a tres de 10.

Estos sitios encabezan la lista del desempleo en el mundo que elabora la CIA, pero no son los únicos afectados duramente por este jinete del apocalipsis económico.
En Estados Unidos hay 14.8 millones de desempleados y 6.1 millones de ellos llevan más de seis meses sin trabajar. En Francia, uno de cada cuatro menores de 30 años es víctima del chômage y en México hay 7.5 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan.
No podemos ofrecerles respuesta, pero somos tan ingeniosos que les hemos puesto un nombre simpático, ‘ninis'.
El desempleo es uno de los principales problemas del mundo, coinciden la Organización de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
La recuperación económica que estamos viviendo no será suficiente para recuperar los empleos que se perdieron.
Ni qué decir de los puestos de trabajo necesarios para aquellos que alcanzan la edad de trabajar, para qué hablar de la preocupación por un empleo decente, donde se incluyen prestaciones y derechos laborales mínimos, como promueve la Organización Internacional del Trabajo.
Las altas tasas de desempleo implican que una sociedad no utiliza una buena parte de sus recursos humanos yeconómicos.
Cuando los desempleados son jóvenes, el bono demográfico se está yendo a la basura. Si son adultos conexperiencia laboral, hay un desperdicio de lo que aprendieron en años de trabajo. Una alta tasa de desempleo afecta a todos los sectores: el comerciovende menos, la banca se enfrenta a la insolvencia y crece la cartera vencida.
Los productores de bienes duraderos padecen la dificultad de convencer a aquellos que, por no contar con empleo ni ingresos, tienen menos confianza en el futuro y pierden el apetito por elconsumo.
El trabajo es una parte crítica de la vida. No sólo significa una forma digna de obtener dinero, sino un camino para mantenerse activo y participar en el intercambio de ideas.
El desempleo provoca estrés, ansiedad y golpea la autoestima, está relacionado con el insomnio, afecta la nutrición y aumenta la vulnerabilidad a las enfermedades. No causa suicidios por sí mismo, pero triplica el riesgo de quitarse la vida, concluye un estudio de la Escuela de Medicina de Wellington en Nueva Zelanda.
Sabemos que el mundo no puede vivir con las actuales tasas de desempleo, pero los expertos no atinan a responder una de las grandes preguntas de la década: ¿cómo crear empleos productivos de manera sostenible?
El Banco Mundial ha lanzado una advertencia, en boca de su presidente Robert Zoellick: "Si no tomamos medidas y conseguimos resultados, hay riesgo de una crisis social y humana muy severa, con implicaciones políticas muy serias".
En EU se habla de jobless recovery, recuperación sin empleo. En Francia, chômage es una de las 10 palabras más importantes en las búsquedas de Google y en España, el paro que afecta a uno de cada cinco adultos amenaza con descarrilar un tren que lleva tres décadas de éxitos políticos, sociales y económicos.
México se enfrenta a este jinete a su manera. Comparado con la inseguridad y la violencia, parece un problema menor, pero los sociólogos nos recuerdan que hay una relación clara entre la falta de oportunidades laborales y la elección del crimen organizado como forma de vida.
Las cifras oficiales de desempleo son buenas comparadas con las de otros países de la OCDE, pero con un problema: gozan de poca credibilidad. Oficialmente somos el país con menos desempleo enAmérica Latina y sólo un poco más de 5% de los mexicanos adultos carece de empleo.
El retrato no oficial nos hace una mueca: dos tercios de los puestos de trabajo que se generan no ofrecen prestaciones y más de la mitad de los mexicanos que laboran lo hacen en la economía informal.
Desempleosubempleo y empleo informal agobian a México. Para enfrentarlos tenemos un marco laboral rígido que no se cumple a cabalidad y una baja tasa de crecimiento.
Los ‘ninis' están ahí aunque no sepamos contarlos ni tengamos oportunidades para ofrecerles. No somos Zimbabwe ni Nepal, pero tampoco el país que quisiéramos y podríamos ser.

*El autor es director editorial del periódico El Economista. Comentarios: opinion@expansion.com.mx

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