El nuevo año podría vivirse con un sentimiento de alegría y esperanza, las personas sólo tendrían que tomarse algunos segundos para realizar una reflexión encaminada a evaluar lo cosechado: continuar con su proyecto de vida o rehacer el camino, en el caso de que los planes no hayan salido del todo bien. Esta práctica podría ubicar a las personas en su realidad cotidiana y hacerles ver que las quejas y la frustración sólo son parte de un instante que se ha quedado atorado en el cerebro, el hígado o el corazón; al final, la vida fluye.
El individuo tendría que partir de un principio muy elemental: tener claridad en lo que hace. Una mente despejada de neblina puede ver el camino correcto para lograr aquello que desea; el problema es aprender a despejarla.
Se ha hecho normal que las personas formen largas filas afuera de casas de empeño y establecimientos que prestan dinero a crédito para, según ellos, prepararse y recibir el año nuevo como se merece; esto, en realidad es una ilusión, ahora comenzarán el 2011 con números rojos.
Estas personas iniciarán como se terminó el año anterior, a crédito de 12 o 18 meses sin intereses. La famosa cuesta de enero, que se hace cada día más vertical, ajusta el presupuesto de los meses siguientes, y cuando se cree ya superada, ¡oh sorpresa!, la siguiente época decembrina vuelve con más necesidades que la pasada. Y el círculo de la vida cotidiana se hace interminable. Esta situación puede llevar a la desesperación e inquietud por tener un empleo mejor o buscarse otro, y/o tener miedo de un recorte de personal y la angustia del fantasma de las deudas.
Por eso decimos que la vida es un "instante" en la cabeza, el hígado o el corazón, la vida se mira desde la solución de problemas e ideas que no se llevan a la acción. El enojo y la frustración por tener o no tener, estar justo, apretado por las necesidades que se desean satisfacer; la euforia por sentir un alivio al esperar o recibir un bono económico, no permite pensar en el ahorro. Contradictoriamente, cuando se tiene se gasta en cualquier cosa.
Si a esto le sumamos los deseos mundanos que nunca se acaban --bajar de peso, irse a una playa, buscar el amor, tener una casa, redecorar la casa, estrenar vestido, y un largo etc.--, entonces la diferencia entre el año viejo y el nuevo se difumina; la esperanza de aspirar hacia una vida mejor sólo es eso, algo lejos de la realidad cotidiana.
Las personas necesitan estar claras. El cambio o crecimiento que se comienza este 2011 puede logarse si abrimos un espacio de reflexión. Si no hay los recursos personales ni económicos, habrá que empezar con ímpetu. El año viejo terminó, viene otro. La vida para el año nuevo puede planearse libre de deseos y deudas, de prisas y angustias, de euforia y enojo.
Lo adecuado sería que las personas hicieran un alto en la vida, respirar profundamente y mirar la situación en donde se encuentran, y preguntarse, ¿qué es lo importante para vivir?
Un buen criterio para empezar este 2011 es apelar a los seres queridos, pensar en los otros, haciéndoles la vida un poco más disfrutable y divertida, borrar de la memoria de los años viejos, y dejar que la vida siga su curso, naciendo, creciendo, desarrollándose, floreciendo, sembrando y cosechando.
Psicoterapeuta e investigador de la UVM Hispano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario