2011 representa un año decisivo para la recuperación económica mundial y la cooperación internacional en materia de política económica, y también para el papel que desempeña el FMI en la superación de estos dos retos principales. Éste, será el año en el que se aplicarán, comprobarán y evaluarán los planes post-crisis.
Al retraerse la crisis de 2008–2009 y tras los esfuerzos sin precedente desplegados en 2010 dirigidos a establecer las líneas generales para un nuevo mundo posterior a la crisis, 2011 será el año en el que se aplicarán, comprobarán y evaluarán los planes post-crisis. Si se considera que dan buen resultado, no será exagerado afirmar que un nuevo modelo de estructura de gobierno económico y financiero mundial estará en marcha. Pero si resultan infructuosos, es probable que la sensación de fracaso socave la confianza y se añada a la formidable lista de desafíos que deben superarse.
2010, un año de logros
De hecho, el pasado fue un año de logros notables. El crecimiento económico mundial generó las condiciones para una recuperación inequívoca. En efecto, el crecimiento mundial anual del 5% estimado para el año pasado superó la tasa promedio del 3,6% de la década anterior, si bien la expansión aún se muestra dispareja e inacabada. La reforma del sector financiero empezó a dar frutos. Se acordaron importantes reformas para las instituciones financieras internacionales (IFI), incluido el Fondo Monetario Internacional. El proceso que llevan a cabo los dirigentes del Grupo de los Veinte (G-20) principales países de economías avanzadas y mercados emergentes empezó a cobrar una forma firme y sostenible. Pero al mismo tiempo, no se ha respondido plenamente a ninguno de los cinco retos fundamentales que describí hace un año de asegurar la recuperación, proteger a los pobres del efecto de la crisis, reformar el sector financiero, reestructurar y reformar las IFI y reexaminar el sustento teórico de las políticas económicas y financieras preponderantes. Es más, han surgido nuevos retos que exigen atención urgente.
El enero pasado, el panorama mundial justificaba una actitud de optimismo moderado. Lo mismo ocurre hoy. Sin embargo, para superar los retos fundamentales, las principales economías deberán desplegar medidas de política económica importantes y coherentes entre sí. En particular, se ha encomendado al FMI una función esencial para afrontar todos los retos fundamentales. Por otra parte, al igual que en el caso de las principales economías y sus responsables, el FMI deberá implementar innovaciones importantes para satisfacer las demandas nuevas. Pero la posibilidad muy real de lograr las metas básicas de crecimiento sólido, sostenible y equilibrado presenta un incentivo más que suficiente para realizar los esfuerzos requeridos.
Entonces, ¿cuál es la situación al iniciarse el 2011?
Panorama mundial
En términos generales, la perspectiva económica para 2011 es prometedora. De todos modos, como señaló mi colega Olivier Blanchard en una entrevista reciente, es probable que este año, al igual que en 2010, predomine la tónica de crecimiento rápido en las economías emergentes, unida a un crecimiento apenas similar a la tendencia en las economías avanzadas, a pesar de sus importantes márgenes de capacidad ociosa.
Si bien el crecimiento de la demanda interna se ha acelerado en la mayoría de las economías emergentes, sus superávits comerciales agregados aún son elevados. Al mismo tiempo, el alto nivel de desempleo, el deterioro de los balances de los hogares, el lento aumento de los ingresos y la recuperación inacabada del sector financiero están frenando la recuperación de las economías avanzadas. De hecho, desde el tercer trimestre de 2010, de las economías del G-7, solo Canadá ha igualado su nivel máximo anterior a la crisis. Como resultado, y suponiendo que las actuales políticas se mantengan, no se esperan importantes avances en la reducción de los fuertes desequilibrios de la cuenta corriente que siguen socavando la confianza en la persistencia de la expansión.
El panorama también sigue empañado por varios riesgos al deterioro, entre los que mencionaré los tres siguientes:
* La reanudación de la turbulencia en los mercados de deuda soberana podría propagarse a la economía real y a otras regiones. En Europa, la confianza de los inversionistas se muestra particularmente precaria.
* La incapacidad de reducir el alto nivel de desempleo, unida al riesgo de deterioro del mercado de la vivienda en varias economías avanzadas, podría socavar la confianza de los consumidores, y desacelerar el gasto de los consumidores y restar fuerza a las perspectivas de crecimiento mundial.
* El incipiente crecimiento superior a la tendencia, el aumento del precio de los activos y la aceleración de la inflación en varias economías emergentes están despertando preocupación sobre la posibilidad de un recalentamiento, así como sobre la dificultad para hacer frente al crecimiento de las afluencias de capital y el fortalecimiento de las monedas.
Dicho de otro modo, a pesar del repunte general del crecimiento mundial, se requerirán grandes cambios de orientación para asegurar las metas previstas de crecimiento mundial sólido, sostenible y equilibrado. Además, resulta evidente la importancia esencial de reforzar la cooperación mundial en materia de política económica y financiera. La intensificación reciente del papel del FMI en esta esfera también atribuirá mayor importancia a la capacidad del FMI de cumplir sus obligaciones nuevas e incrementadas.
La consolidación de la cooperación
A fines de 2008 se empezó a desarrollar el proceso de los líderes del G-20 como respuesta a la necesidad reconocida de una cooperación mundial más eficaz en el ámbito de la política económica y financiera. Cada una de las cinco cumbres de los dirigentes ha generado un acuerdo para ampliar e intensificar un mecanismo destinado a este tipo de cooperación. La reciente cumbre de Seúl no fue una excepción. Inmediatamente después de la crisis, las medidas concertadas de política económica contribuyeron a limitar la desaceleración económica y generar las condiciones necesarias para la recuperación. Desde luego que en ese momento, las directrices de política económica fueron en general similares en todas las economías.
La situación actual de la recuperación hace que el proceso de recuperación sea más complejo pero también, y en igual medida, más importante. En esta segunda fase posterior a la crisis, las demandas de coherencia en las políticas económicas se han tornado más sutiles. La necesidad percibida de actuar con prontitud y simultaneidad es menos grave que antes. Además, dada la diferencia registrada en el desempeño de las economías emergentes y de las avanzadas, la coherencia exige directrices de política económica diferentes.
Las decisiones adoptadas por las autoridades en la reciente Cumbre de Seúl anticiparon el aumento del incentivo para la cooperación de política económica, junto a la necesidad de corregir los programas de política económica y ajustarlos a las circunstancias dispares de las economías del G-20. El Proceso de Evaluación Mutua del G-20 (o “PEM” del G-20) se ha ratificado como una iniciativa continua orientada por un conjunto acordado de “directrices indicativas”; los avances hacia las metas de fondo de crecimiento sólido, sostenible y equilibrado se evaluarán en el plano de cada una de las economías y se examinarán en la próxima cumbre de los líderes. La declaración de los dirigentes del G-20 en Seúl incluía una extensa, pero en general desatendida, lista de ajustes de política económica propuestos como parte del PEM por cada una de las economías del G-20.
Naturalmente, los retos que presenta este nuevo proceso son importantes. La ambición del PEM del G-20 no tiene un precedente exacto. Como aclaran los documentos analíticos del FMI sobre este proceso, publicados tras la cumbres de Toronto y Seúl, el PEM está motivado por el reconocimiento general, acentuado por la crisis, de que un enfoque coherente y de cooperación en materia de formulación de políticas económicas y financieras encierra la promesa de un resultado superior para todos. En este caso, el incentivo para luchar por un enfoque centrado en la cooperación es franco.
Esta observación justifica el optimismo sobre las posibilidades de éxito del PEM. La principal incertidumbre es si todo el FMI adherirá a un enfoque de esta naturaleza. El PEM es una tarea dirigida por el G-20, pero las autoridades han solicitado un respaldo considerable del FMI a este respecto. Por ejemplo, los dirigentes del G-20 han solicitado al FMI que “como parte del PEM, brinde una evaluación sobre los avances hacia la sostenibilidad externa y sobre la firmeza de las políticas fiscales, monetarias, del sector financiero, estructurales, cambiarias y de otro tipo”. En forma más general, los recientes desafíos y reformas del FMI han potenciado la función y las obligaciones del FMI, a la vez que aumentaron la importancia de que la institución genere análisis de la mejor calidad técnica.
El renacimiento de la supervisión
Por consiguiente, 2011 será un año en el cual los avances en el ámbito de la supervisión económica ocuparán un lugar preponderante. Este año se realizará el Examen Trienal de la Supervisión del FMI, que ofrecerá una oportunidad para que los países miembros del FMI evalúen los avances realizados en esta esfera, así como para establecer las prioridades para el próximo período trienal. A este respecto, el FMI ha empezado a integrar mejor la evaluación de la estabilidad financiera en los estudios periódicos de los países. En particular, el Programa de Evaluación del Sector Financiero, que llevan a cabo conjuntamente el FMI y el Banco Mundial, será en lo sucesivo obligatorio para todos los países miembros del FMI con sectores financieros de importancia sistémica. El apoyo del FMI al PEM del G-20 constituirá una tarea difícil pero que puede resultar excepcionalmente productiva, y ayudará a intensificar el dialogo con los países miembros sobre el tema de la supervisión.
El FMI ya está desarrollando en forma experimental varios instrumentos nuevos de análisis multilateral, inclusive informes sobre efectos de contagio sobre el efecto ampliado de las políticas de las economías sistémicas, e informes de varios países sobre temas en común. La primera evaluación de la propagación se llevará a cabo durante el año próximo.
En particular, el FMI generará informes correspondientes a cinco economías sistémicas: China, Estados Unidos, Japón, el Reino Unido y la zona del Euro. Estos informes evaluarán el efecto de las políticas de estas cinco economías en el resto del mundo, y estudiarán la fuerte vinculación económica y financiera mediante las cuales se comunican.
Al mismo tiempo, recientemente se reforzaron los instrumentos de prevención de crisis del FMI a través de reformas de la actual Línea de Crédito Flexible y la creación de la Línea de Crédito Precautorio. Existe una labor complementaria en curso para examinar la posibilidad de realizar más avances en la capacidad de prevención de crisis del FMI. Simultáneamente, la importante labor del FMI en materia de reforma del sector financiero seguirá sin tregua, entre otros aspectos, a través de la colaboración con el Consejo de Estabilidad Financiera.
Para finalizar, reiteraré mi afirmación de apertura: 2011 será un año decisivo para la recuperación económica mundial, para la cooperación internacional en materia de política económica y para el papel del FMI para abordar ambos retos. Los fundamentos para adoptar una actitud de optimismo cauteloso son sólidos Al mismo tiempo, los retos son formidables. El año nuevo llegó, es hora de ponerse a trabajar.
*John Lipsky es Primer Subdirector Gerente del FMI. Previamente, fue Vicepresidente de JPMorgan Investment Bank, Economista en Jefe de JPMorgan y Economista en Jefe y Director de Estudios de Chase Manhattan Bank. En los años setenta y ochenta prestó servicios durante una década en el FMI, donde ayudó a dirigir el procedimiento de supervisión de tipos de cambio y analizó la evolución del mercado internacional de capitales.
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