Las tres mentiras y el miedo a arriesgar
Para mi presentación en la Red Innova, armé una presentación llamada “Las tres mentiras” donde hablé de las tres principales razones que esgrimen las personas para no arriesgar (el ppt y un videíto se pueden ver en la Agenda). Si bien allí yo me referí específicamente a las “excusas” para no emprender, creo que el principio general que expuse permite aplicarse a la decisión de arriesgar en muchos otros contextos también.
En definitiva, las tres mentiras de las que hablé son:
1) “No tengo ninguna idea”
Esto es mentira porque, como Officenet demuestra, para emprender no hace falta tener una gran idea. No es necesario inventar el próximo Facebook o Twitter. Tener una idea grandiosa es genial, pero casi nadie se topa con una oportunidad así. Se puede construir un gran proyecto alrededor de una idea simple, muchas veces apenas la adaptación de algo que ya existe en otro lugar al lugar donde estamos nosotros.
Allí conté la anécdota de una reunión que tuve con una persona que quiso reunirse conmigo porque quería emprender. Nos juntamos a desayunar un lunes a la mañana y me dijo que la razón por la que no emprendía era que no se le ocurría ninguna idea buena. Yo le respondí que, aún sin saber qué iba a hacer él ese día, si andaba por la vida con los ojos abiertos esa noche iba a tener su idea. Él me miró aterrado. Yo, para ejemplificarle, le dije: “A ver… Miremos alrededor…” y justo afuera del bar donde estábamos pasaba un camión de mudanzas. “Mudanzas!”, -le dije- “Ese es tu proyecto. Es una industria muy atomizada, de empresas poco estructuradas, que en otros lugares del mundo se hace de manera mucho más profesional”.
Al ver el pánico de su mirada le aclaré que no me tomara literalmente, que tal vez podía no ser mudanzas pero que la idea es que si miraba alrededor, al final de ese día iba a tener varias ideas viables. No creo que haga falta aclarar que todavía hoy trabaja en relación de dependencia…
2) “No tengo el dinero”
No voy a decirles que conseguir la plata es fácil. Para obtener capital para hacer un proyecto, como fui discutiendo en muchos posts anteriores, hay que hacer muchas cosas, cumplir varios requisitos y tener algo de suerte. Pero la realidad es que la mayoría de los “candidatos a emprender” que esgrimen esta excusa no lo hacen después de haber hecho todo lo necesario y golpeado inútilmente decenas de puertas. Lo hacen sin siquiera haber intentado. Dicen eso sentados en el living de su casa. Por eso es una excusa.
3) “No tengo las habilidades necesarias aún”
Otro tipo de excusa toma la forma de “aún no estoy listo para emprender, pero cuando estudie esto o haga un posgrado en aquello sí lo voy a estar”. La realidad es que las habilidades necesarias para emprender no son extraordinarias y la mayoría de ellas no se aprenden en ningún lado más que haciendo. El requisito más importante es el sentido común y la capacidad de relacionarse con otras personas. Si eso se aprende en alguna etapa del proceso educativo seguramente sea en el jardín de infantes!
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Si bien estas tres frases de arriba son “mentiras”, las personas que las dicen no mienten. Están convencidas de que esas son las barreras que las detienen. Pero lo que se esconde detrás de ellas no es otra cosa que el miedo.
Todos le tememos a los riesgos. Es natural que así sea. Alejarnos de las cosas que son peligrosas sin duda es un rasgo evolutivo marcado a fuego en nuestros genes, ya que aquellos ancestros que supieron escapar al peligro seguramente sobrevivieron más que los que no. Pero eso no quiere decir que no haya que arriesgar nunca.
A mí cuando era adolescente me gustaba mucho jugar al Backgammon. Ese juego es un terreno ideal para aprender que no gana el que arriesga todo el tiempo ciegamente pero tampoco el que no arriesga nada. Tratar de jugar a apilar fichas en montoncitos es una receta segura para el fracaso. Gana quien logra descubrir cuándo arriesgar y cuándo no, es decir, tomar riesgos calculados.
Pero volviendo al tema del miedo, tan natural como es sentirlo es también negarlo.Nuestra omnipotencia no nos permite reconocer que le tememos al riesgo. Es más fácil decirnos a nosotros mismos que no tenemos una idea, no podemos conseguir el dinero o no estamos suficientemente preparados, que admitir que estamos asustados ante la posibilidad de fracasar.
Quien espera para emprender a eliminar todo riesgo y con él el miedo, teniendo una idea infalible, una montaña de dinero en el banco o habilidades sobrenaturales, nunca lo hará. vivirá contándose estas tres, u otras mentiras.
De lo que se trata es de atreverse a salir de la zona de confort. No de perder el miedo sino de aprender a vivir con él.
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