Publicado 10 Noviembre 2009 por Herman Sifontes
La crisis financiera global obligó a algunos gobiernos en problemas a adoptar medidas de corte keynesiano para restablecer el funcionamiento de los mercados financieros. Cabe siempre recordar que con medidas keynesianas nos referimos a las recomendadas por el economista clásico John Maynard Keynes (1883-1946), que en términos muy básicos consisten en hacer que el Estado rescate a una nación sumida en crisis mediante una política fiscal de inversión directa y de inyección de efectivo en el mercado, de manera que cree demanda agregada de bienes y servicios para reactivar la economía.
Los estímulos fiscales y la flexibilización de las políticas monetarias que la crisis reciente promovió en la gestión pública han acelerado de hecho la recuperación económica del mundo. Pero además, esta crisis es una oportunidad inmensa para que ese esfuerzo de reactivación traiga oportunidades en la planificación y el desarrollo de las ciudades del siglo XXI. Ya que el Estado ha tenido que involucrarse de lleno, en distintos países, para levantar a la economía del suelo, pues que aproveche de una vez ese impulso para mejorar la calidad de vida de las personas.
Hay antecedentes de cómo una conmoción económica termina haciendo resucitar no sólo a un aparato productivo, sino también a una urbe. La Nueva York que hoy conocemos fue totalmente transformada después de la crisis del año 1929, que de hecho estalló en su bolsa de valores, en la calle Wall del sur de Manhattan. Grandes inversiones públicas en materia de espacio público, infraestructura, aeropuertos, trenes, autopistas, bibliotecas y teatros se realizaron con el ánimo de resolver la crisis financiera y con la idea de darle a la ciudad un nuevo chance para la vida y los negocios.
Uno de sus más célebres rascacielos, el Crysler Building, se inauguró al año siguiente del colapso bursátil, y cuatro años más tarde -durante el New Deal con el que el presidente Franklyn Delano Roosevelt lideró la recuperación de Estados Unidos- el arribo del alcalde Fiorello LaGuardia y el comisionado de parques Robert Moses trajo una fuerte inversión urbana que multiplicó el empleo y devolvió la prosperidad a la Gran Manzana.
El comercio, las finanzas, la economía, atraviesan toda la historia de las ciudades que forjaron la civilización occidental, desde Babilonia hasta las nuevas metrópolis asiáticas, como las muy activas Hong Kong, Kuala Lumpur o Singapur. Las capitales del Renacimiento, como Florencia y Siena, surgieron y financiaron su riqueza artística gracias al talento financiero de sus élites. Los grandes desafíos en términos urbanísticos han sido definidos por las necesidades económicas.
Las políticas de estimulo fiscal recientemente adoptadas para saldar los excesos de la especulación generada en la última burbuja financiera, y muy especialmente la necesidad de reducir el gasto de energía, el lastre burocrático, la conflictividad y la inseguridad -todos ellos factores que complican la recuperación- traerán nuevos hitos para las ciudades del siglo XXI: nuevos desarrollos en materia energética, transporte público, tecnología aplicada a la gestión “inteligente” de las áreas metropolitanas.
Sin duda, habrá unas cuantas consecuencias positivas de esta terrible crisis, que millones de personas verán reflejadas en su paisaje urbano de todos los días. Y todo se lo debemos al barón de Keynes, el hijo de un profesor de Economía en Cambridge y de una reformadora social, un hombre de muchas facetas y una influencia todavía vigente.
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