Para garantizar que Portugal sale a flote y paga su deuda pública -en primer lugar la que tiene desde ahora con el FMI y con Europa- le imponen, como a Grecia, un plan de privatizaciones. Precisamente mañana, expertos de la Comisión Europea, del Banco Central Europeo ( BCE ) y del FMI viajan a Lisboa para preparar las negociaciones sobre el rescate.
Cuántas empresas, hospitales y centros de formación pasarán a manos privadas es una de las primeras incógnitas que deja pendiente de despejar el pacto de los ministros europeos de Economía y Finanzas en la reunión del viernes y sábado en las afueras de Budapest (Hungría).
El rescate lo desencadenó el Banco Central Europeo (BCE), aunque su presidente, el galo Jean-Claude Trichet, niegue obligar a nadie a ser rescatado. Cuando juzga que un Estado está al filo del impago y amenaza la estabilidad del euro, le basta con sugerir un cierre del grifo de la liquidez a sus bancos. El Gobierno portugués ahora, y en noviembre el irlandés, tuvo que arrodillarse y muy a su pesar solicitar ayuda.
Otra incógnita es qué parte de estos 80.000 millones irán a un fondo para, si se descubren cadáveres en los armarios de la banca lusa, apuntalar su liquidez y solvencia. Estos fondos ya se crearon en los rescates de Grecia e Irlanda.
El precio, una incógnita
La tercera incógnita es el precio. Atenas recibe 110.000 millones en préstamos con un tipo de interés que ronda el 5%. Y acaba de lograr una rebaja de un punto porcentual, que el mercado ve como el primer paso antes de reconocer la necesidad de reestructurar su deuda. El BCE y la Comisión Europea volvieron a descartar este fin de semana, al menos públicamente, tal reestructuración. Pero a Lisboa la ampara el mismo mecanismo que rescató a Dublín prestándole 67.500 millones al 6%, tarifa que la opinión pública irlandesa considera usuraria y los mercados juzgan inabordable para el país.
La negociación para rebajar un punto porcentual el tipo de interés que se aplica a Irlanda, abaratamiento del que automáticamente se beneficiaría Portugal , está en dique seco. Francia y Alemania exigen al Gobierno del antaño tigre celta que si quiere ayudas, suba el tipo impositivo de su Impuesto sobre Sociedades, y deje así de competir deslealmente con ellos y robarles empresas y recaudación fiscal.
La cuarta incógnita es el grado de dureza del programa de ajuste presupuestario y reformas estructurales que Europa y el FMI impondrán a Portugal . El recién dimitido Gobierno socialista del primer ministro José Sócrates ya había aplicado tres programas de estabilidad en 2010 y se disponía a aplicar un cuarto cuando cayó en marzo. Desde entonces, la situación ha empeorado y la aplicación de nuevas directrices contables específicas a los activos basura ha elevado el déficit público del 7,3 al 8,6% de su PIB.
Las reformas pendientes
Las tres oleadas anteriores se han centrado en los recortes presupuestarios y subidas de impuestos. Queda mucho margen de reformas en el mercado laboral y en el de bienes y servicios. La quinta incógnita es la madurez de los políticos lusos, inmersos en una campaña electoral tras caer el Ejecutivo al rechazar el Parlamento hace veinte días el cuarto plan de estabilidad. La UE y el FMI sólo ayudarán si Gobierno y oposición prometen plegarse al plan, sea cual sea el resultado electoral. Y habrá que cruzar los dedos para que el resultado de las elecciones en Finlandia el 17 de abril no abra la puerta a los euroescépticos, que podrían forzar a Helsinki a vetar el acuerdo definitivo sobre el rescate.
El sábado en Budapest siguió la luna de miel con España. La vicepresidenta Elena Salgadoaseguró que "hasta la última caja" aprobará los test de estrés. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, dijo que "España se encuentra en buenas condiciones". Y Salgado afirmó que John Lipsky, número dos del FMI , dijo en la reunión con los ministros de la UE que "en los seis últimos meses, las noticias más positivas venían de España.
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