SEGÚN UN ALTO CARGO DE LA FED
La política monetaria de Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal norteamericana (FED), no sólo está recibiendo críticas de analistas independientes, sino también desde dentro de su organismo. Las disensiones son manifiestas, aunque de momento es la opinión de Bernanke la que lleva la batuta. Comentar
ÁNGEL MARTÍN
La nueva ronda de estímulos monetarios, basada principalmente en la compra de más títulos de deuda, es vista con buenos ojos por el Comité Federal de Operaciones de Mercado Abierto (FOMC) de la Reserva Federal. La llegada del segundo programa de compra masiva de activos por parte de la autoridad monetaria, llamado quantitative easing (QE, o flexibilización cuantitativa en castellano), parece tan sólo cuestión de tiempo.
El primer episodio de esta política de la FED se puso en marcha a partir del 18 de marzo de 2009, día en el que se anunció la compra de hasta 1,7 billones de dólares en títulos respaldados por hipotecas (MBS, en sus siglas en inglés) y deuda pública. Para que se hagan una idea, una magnitud casi dos veces superior al PIB de España.
Gráficamente, las políticas monetarias de la FED en los últimos años se han manifestado en unos movimientos sin precedentes en la historia reciente de la institución.
Ahora, se planean nuevas compras masivas de activos y deuda (el quantitative easing 2, o QE2), con el fin de acelerar la recuperación de la actividad económica y estimular el empleo, mediante la expansión del crédito y el mantenimiento de unos tipos de interés artificialmente bajos. Recordemos, además, que para Bernanke la deflación constituye una amenaza que habría que evitar a toda costa, para evitar, según él, caer en una espiral deflacionaria sin salida como la de Japón. Por ello, otro de sus objetivos es alejar este escenario del horizonte, generando un poco de inflación.
Admitiendo que los objetivos de la FED son los adecuados para la economía norteamericana, ¿sería efectiva esta nueva ronda de flexibilización cuantitativa? Para Daniel L. Thornton, vicepresidente y asesor económico de la Reserva Federal de St. Louis, el impacto de estas nuevas medidas podría ser muy reducido sobre la producción, el empleo, los tipos de interés y la inflación. Además, podría generar consecuencias adversas.
En un breve artículo publicado por la FED de St. Louis el 13 de Octubre, se dedica a analizar cuál podría ser el impacto del QE2 sobre las distintas variables objetivo.
Efecto sobre los tipos de interés
¿Se conseguiría reducir los tipos de interés de forma significativa? Según estimaciones de la propia FED, los planes aprobados en 2009 consiguieron reducir la rentabilidad del bono del Tesoro a 10 años entre 38 y 82 puntos básicos -un rango de confianza bastante elevado, por otra parte, lo que nos da una idea de lo difícil que es realizar este tipo de estimaciones, y la ignorancia en la que en ocasiones actúan las propias autoridades-.
En caso de aprobar un plan de compras adicionales de 1 billón de dólares, extrapolando las estimaciones anteriores tendríamos una bajada de tipos entre 22 y 48 puntos básicos. Pero Thornton advierte que esta reducción puede ser demasiado optimista, dado que en estos momentos "los mercados financieros están funcionando mucho mejor de lo que lo hicieron en la primavera de 2009".
Además, sería probable que los intentos de la FED fueran fútiles para expandir el crédito, consiguiendo simplemente que los bancos acumulen reservas en sus balances -en lugar de prestar al sector no financiero-, como han hecho hasta ahora.
Así, "el efecto del QE2 sobre los tipos de interés podría ser pequeño y limitado al efecto del anuncio -el efecto asociado con el anuncio del FOMC- independiente del efecto de las acciones del FOMC sobre la oferta de crédito", concluye.
Efecto sobre la actividad y el empleo
Pero aunque tuvieran un efecto significativo a la baja sobre los tipos, ¿afectaría ello muy positivamente al desempleo y la actividad? Sobre esto hay todavía más dudas.
Y es que, argumenta Thornton, la inversión no sólo depende de los tipos de interés sino también, y quizá especialmente en la coyuntura actual, de las perspectivas futuras. Además, los tipos ya están en niveles históricamente bajos, por lo que los efectos sobre la demanda agregada, y por tanto sobre la producción y el empleo, de reducciones adicionales de tipos serían muy limitados.
Por otro lado, en caso de que sí se consiguiera animar la producción, el mecanismo por el cual aumentaría el empleo rápidamente no está demasiado claro, y probablemente el efecto sobre éste sería todavía más limitado. La política de la FED, sostiene este analista, puede hacer poco para que se genere empleo debido a que parte del desempleo es "estructural", es decir, que existe un desajuste entre las destrezas que los trabajadores tienen y las que demandan los empresarios.
Efecto sobre la inflación
La última variable que se tiene como objetivo es la inflación. Dado que se teme el escenario deflacionario, se busca estimular el aumento de los precios. Pero, ¿se conseguirá con la flexibilización cuantitativa?
Thornton es escéptico. Para generar inflación, sostiene que, o bien se incrementa notablemente el nivel de producción -especto al potencial de la economía- o se generan expectativas de inflación entre los agentes. La primera vía es muy improbable, por lo que comentábamos antes. La segunda no se conseguiría mediante el QE2 -la segunda ronda del quantitative easing-, sino emitiendo la señal a los mercados de que se persigue alcanzar un nivel de inflación superior al que es esperado en la actualidad. Esta estrategia está siendo discutida estos días entre los altos cargos de la FED.
Añade que las políticas monetarias expansivas no tendrán apenas efecto sobre la inflación siempre que los bancos continúen atesorando reservas en lugar de prestar.
Consecuencias perversas
Pero además de todo esto, advierte de que el QE2 podría desencadenar efectos perversos. Si la política de la FED no funciona, ello podría dañar la credibilidad del organismo y así erosionar la efectividad de futuras acciones para asegurar la estabilidad de precios. Asimismo, se podrían despertar preocupaciones entre los agentes económicos -si es que no se han despertado todavía- de que la FED esté buscando monetizar el déficit público, lo que dificultaría la vuelta a una política monetaria normal, algo que tiene que suceder tarde o temprano.
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