marzo 09, 2010

Éxito en los negocios, creatividad en la comunicación

Creo que un emprendedor debe aprender y dominar el sutil arte de la comunicación. Los líderes exitosos fueron y son expertos comunicadores. No importa a que nos dediquemos; para el empresario, el profesional, el empleado, la capacidad de comunicarse es fundamental, de ella depende el éxito en su actividad.

Dale Carnegie fue un experto en el tema y en uno de sus libros escribió las siguientes líneas al respecto:

“…¿Alguna vez usted se ha cuestionado que el perro es el único animal que no tiene que trabajar para vivir? La gallina tiene que poner huevos. La vaca tiene que dar leche y el canario tiene que cantar. Pero el perro se gana la vida sólo dando muestras de amor…”

Sin duda, los perros son comunicadores natos y obtienen en forma natural lo que desean de los seres humanos. Hay mucho que aprender de esos simpáticos animales. Ellos conocen muy bien su negocio y lo manejan en forma magistral. Para qué leer libros sobre relaciones humanas si tenemos un maestro en casa.

Bueno, también existen personas que saben de los beneficios de un buena comunicación, y lo hacen con exquisita creatividad. Dale Carnegie nos presenta un caso de su propia experiencia:

“El año pasado yo necesitaba una secretaria privada, y puse un aviso en el diario con un número de casilla de correo. Calculo que recibí unas trescientas cartas. Casi todas comenzaban con algo así: ‘Esta carta es respuesta a su aviso en el Times del domingo con Casilla de Correo 299. Deseo ser considerada para el cargo que ofrece. Tengo veintiséis años, etc. …’

Pero una mujer fue astuta. No hablaba acerca de lo que ella quería. Hablaba de lo que yo quería. Su carta decía más o menos esto: ‘Estimado señor. Probablemente usted va a recibir unas doscientas o trescientas cartas en respuesta a su aviso. Usted es un hombre ocupado. No tiene tiempo para leerlas todas. De modo que si usted, en este mismo momento toma el teléfono y llama al… (ya no me acuerdo del número)… me encantaría acercarme a su oficina y dedicarme a abrir las cartas, desechar las menos interesantes y darle a usted las demás. Tengo quince años de experiencia…’

Luego seguía contándome acerca de toda la gente importante con la que había trabajado. En el momento en que recibí esa carta, me sentí con ganas de bailar sobre la mesa.

De inmediato la llamé por teléfono y le dije que viniera, pero llegué demasiado tarde. Otro empleador la había contratado. Un mujer como esa tiene el mundo de los negocios a sus pies”.

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