febrero 09, 2011

Chávez y economía: doce años después

A mediados de 1998, el candidato Hugo Chávez representaba una fuerza de cambio indetenible. Recurría al anhelo de cambio que recorría a Venezuela tras años de frustraciones y de caída del nivel de vida de ciudadano común. Con una política muy simple pero efectiva Chávez aglutinó suficientes fuerzas para ganar las elecciones de ese año. Su planteamiento era muy encantador: acabar con la corrupción y la necesidad de aprobar una nueva Constitución para refundar la República.

Nunca habló de socialismo más si de bolivarianismo porque las ideas de Bolívar en Venezuela son un poderoso instrumento para capturar adherentes en las Fuerzas Armadas Nacionales. Es una especie de señuelo para muchos venezolanos. Y así lo comprendió Chávez quien hasta 1998 no revelaba el plan oculto: instaurar en el país un socialismo al estilo soviético-cubano, inspirado en los restos del marxismo-leninismo y su práctica estalinista. Ese es el objetivo de fondo, el resto es retórica. Se trata de retomar lo que ha fracasado de la experiencia del socialismo totalitario, apuntalado en los altos precios del petróleo.

Ganados los comicios de diciembre de 1998, se planteó Chávez una Constituyente para elaborar un nuevo texto constitucional porque la de 1961 le era insuficiente para su plan. Se le dio la nueva Constitución en 1999 y en ella tampoco asomó la idea del socialismo porque la intuición le sugería que todavía no había llegado el momento para los incautos e inocentes que lo seguían pensando que el modelo a replicar era el bolivariano y no el socialismo de corte marxista-estalinista.

Pero la Constitución comenzó a hacer una camisa de fuerza para el proyecto totalitario y comienza entonces Chávez a decir en 2004 que el camino ya no es el bolivariano sino el socialismo. ¿Cuál socialismo? El inspirado en el modelo cubano que a su vez es el heredero del soviético que se derrumbó en 1990 y que se creía muerto y sepultado. Por eso la adoración con Fidel Castro, el cadáver insepulto del estalinismo en América Latina y el mundo. Por ello Chávez no es en el fondo seguidor de Bolívar sino de Lenin y Stalin, los constructores del socialismo práctico, del socialismo hecho realidad, con el apellido del siglo XXI, para seguir edulcorando su objetivo final.

Se embarcó entonces el presidente Chávez en un sistema económico estatista que está llevando a Venezuela a la ruina y que sobrevive gracias la infusión de unos precios petroleros que han sido muy generosos con Venezuela pero que no le ha impedido que la economía siga postrada. No hay crecimiento sostenido pero si hay dinero para repartir. En eso ha consistido la política del gobierno, en subvencionar a buena parte de los venezolanos que vive a costa de los elevados precios petroleros sin que esos ingresos se reproduzcan. Así, una porción no minoritaria del pueblo recibe por un medio u otra parte de la renta petrolera aunque no trabaje porque no hay donde trabajar debido a la liquidación del establecimiento productivo de Venezuela. Ello ha sido acompañado con una extraordinaria maquinaria propagandística que obnubila y hace a muchos ver fantasías donde hay problemas.

Con todo y la gigantesca riqueza que ha recibido Venezuela por exportaciones petroleras, el ingreso real por habitante de los venezolanos apenas ha crecido 0,7% interanual entre 1998 y 2010, como se aprecia el gráfico. El nivel de ingreso de 2010 es mismo que el de 1996 con todo y el alza espectacular del petróleo. Un comportamiento miserable para las potencialidades que ha tenido el país y para lo ingresos que ha recibido. En ese mismo lapso la inflación refleja un aumento acumulado de 920%, lo que evidencia un fracaso monumental en la administración de la economía. El precio petrolero en 1998 alcanzó US$ 9,4 por barril en 2010 cerró en US$ 72,7 por barril, 673% de aumento, y con los gigantescos ingresos recibidos por el país no se ve una obra visible: las vías de comunicación son prácticamente las mismas, la educación presenta severos problemas de calidad y los educadores están mal pagados y la salud es una verdadera calamidad nacional, lo mismo que la seguridad personal.

Un equipo de gobierno con otras políticas, otro modelo económico que integre a la clase trabajadora y a los empresarios le hubiese permitido a Venezuela dar un salto al desarrollo y no al subdesarrollo como ha ocurrido. Y ello se ve en la situación de dependencia externa de la economía nacional. En 1998, Venezuela exportó US$ 5.529 millones en productos no petroleros, el 31,2% del total, doce años después y con todo el aumento de los precios de las materias primas, el país vendió al exterior la raquítica suma de US$ 3.354 millones, el 5,1% del total, porque la política del presidente Chávez es importar y no producir en Venezuela. Hoy somos más dependientes que hace cuarenta años: estamos en manos de los proveedores de alimentos y materias primas del exterior.

En estos largos doce años de ilusiones y frustraciones, de paso se acabó con las instituciones fiscales y monetarias del país. Ya no se sabe cuánto es el presupuesto nacional debido a la cantidad de fondo y asignaciones que se manejan discrecionalmente. El BCV dejó de ser un banco central para convertirse en una caja chica del gobierno. La industria petrolera está severamente minada por el nepotismo, la corrupción y altamente endeudada. El otro pilar de la República, la Fuerza Armada nacional, es presa de la política partidista.



José Guerra

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