febrero 26, 2011

Españoles en Venezuela en busca de El Dorado


A sus 79 años, Juan Otero ha visto las maravillas y miserias del mundo perdido. El aislado territorio salpicado de montañas prehistóricas -conocidas como tepuys-, que Sir Arthur Conan Doyle inmortalizó en su libro The lost world.
Este gallego de Ferrol iba a ser marinero. Completó sus estudios de Marina Mercante en la Barcelona de los cincuenta, y llegó a formar parte de la tripulación del buque escuela Juan Sebastián Elcano.
Juan Otero.
Juan Otero.
"Yo quería ir a Panamá para trabajar en algo relacionado con el Canal y la marina, pero ironías de la vida terminé en la Gran Sabana metido una mina de oro", explica Otero en su casa de Santa Elena de Uairén, uno de los centros más importantes de la minería en Venezuela.
Llegó al país sudamericano en 1956. Estuvo en Caracas durante unos meses, hasta que se vio envuelto en un confuso caso de contrabando de armas para la incipiente guerrilla venezolana. Después de su precipitada huida de la capital, recaló en la ciudad petrolera de Maracaibo, donde trabajó transportando desechos industriales en buques petroleros.
"Un amigo me convenció para viajar a la Gran Sabana y trabajar en un yacimiento de oro. Pedimos un crédito al Gobierno y nos pusimos a explotar varias vetas de la zona", explica. De eso hace más de 38 años.Los últimos 20 dedicados a una mina de 490 hectáreas conocida como La Hoyada, a unos 30 kilómetros al oeste de Santa Elena, que posee en régimen de concesión.
"En los buenos tiempos llegaron a trabajar hasta 60 mineros, hoy no llegan a 6", afirma, algo consternado. "Toda la actividad de la zona está paralizada". La situación actual es de completa incertidumbre. Hace seis meses, el Gobierno de Hugo Chávez lanzó un ambicioso plan para sacar a más de 15.000 mineros ilegales que trabajaban en el río Caura, en el sureste venezolano.
La cuenca del Caura, un importante afluente del Orinoco, alberga el 17% de la flora nacional y el 32% de la fauna. También alimenta algunos de los famosos saltos de agua de la Gran Sabana, como el Salto Para.
El uso de sustancias químicas para extraer las piedras preciosas, principalmente mercurio, ha causado importantes estragos en el ecosistema venezolano. Y arruinado algunos suelos que tardarán hasta150 años en recuperar su productividad.
Los mineros no sólo se internan en la selva en busca de oro y diamantes, muchos van detrás de la madera y del preciado coltán, un superconductor utilizado en casi la totalidad de dispositivos electrónicos desde teléfonos móviles, pasando por televisores de plasma hasta armas teledirigidas.
El área contaminada forma parte de las 30.000 hectáreas del Parque Nacional Canaima donde se encuentra el Salto Ángel, la caída de agua más alta del mundo.
"El negocio del oro ha cambiado mucho. Hace 10 años, los mineros pagaban el 7% en impuestos. Ahora ha subido hasta el 23,5%. Lo único que ha logrado el Gobierno aumentando la imposición fiscal es promover la minería ilegal", opina Otero.
Una combinación de altos impuestos, controles ineficaces, burocracia y corrupción ha disparado la minería ilegal en Venezuela, un país que, según cifras oficiales, produce de manera formal alrededor de seis toneladas de oro al año. Aunque las cifras reales de exportación podrían duplicar e incluso triplicar esta cifra.
"El problema es muy complejo. El Gobierno sacó a muchos mineros de los yacimientos de kilómetro 88, El Polaco, Icabarú y La Paragua. En muchos casos, hasta les dio créditos y ayudas para que pudieran empezar en otro negocio", explica Otero.
"Pero quien es minero es minero, y cuando se gastan la plata (dinero), vuelven otra vez a la mina porque es lo único que saben hacer", afirma con rotundidad.
Otero se casó con una indígena arekuna. Tuvo cinco hijos; medio indios medio gallegos. Luego se mudó de casa, y dejó a su mujer en la suya. No se divorció para no dar mal ejemplo a sus hijos.
Tras más de 50 años en Venezuela, Juan sigue siendo gallego de cabeza y corazón. Habla de todo, salvo de cuánto oro y diamante puede sacar de su mina de media al mes.”No lo sé, la verdad. Pero si lo supiese, tampoco te lo diría. Yo soy un minero”.

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