"Los recursos energéticos son escasos", señala Ward economista jefe de HSBC en un informe que recoge la CNBC. Incluso si la demanda no aumenta, "nos podrían quedar 49 años de petróleo".En su opinión, queda más gas, pero su transporte y su uso para satisfacer la demanda de transporte es una cuestión más complicada. En cuanto al carbón, todavía queda suministro para 176 años, pero es principal culpable de los efectos del carbono.Resurge el debate sobre el fin del petróleo. Incluso si la demanda se mantiene en los niveles actuales, Karen Ward, afirma que el suministro de esta materia podría llegar a su fin en menos de 50 años.
Ward opina que si no se limita el suministro de petróleo, se registrará un repunte del 110% en la demanda en el 2050, equivalente a 190 millones de barriles día, para impulsar al mundo emergente. En cualquier caso, a menos que alguien encuentre nuevas reservas relevantes, no se podrá satisfacer esa necesidad ydeberán encontrarse nuevas fuentes de energía.
"La seguridad energética -entendida como la producción nacional de energía per cápita- será una preocupación cada vez mayor. El problema es que la diversificación hacia el gas natural para reducir la presión sobre el mercado de petróleo no prevalecerá, en la medida en que su oferta es tan geográficamente densa como el petróleo".
El analista de HSBC piensa que los principales problemas en materia de seguridad energética se registran en Europa, América Latina y la India, si bien destaca que Europa en particular se encuentra en una situación energética cada vez peor. "Es el gran perdedor.Podría estar perdiendo su influencia en la escena mundial justo en el momento en el que es más vulnerable", asegura.
La amenaza del calentamiento global no va a desaparecer y sus efectos se notan cada vez con mayor profundidad en el mundo en desarrollo, apunta Ward.
¿Cuál es la solución? Sin duda, este panorama requiere "una mayor eficiencia energética" y un cambio en el mix energético, así como el uso de tecnologías de "captura de carbono" con el objetivo de limitar los daños del consumo de combustibles fósiles, apunta Ward. "Hemos llegado a ser terriblemente complacientes con la forma en que usamos la energía", opina.
"Si la catástrofe de Fukushima provoca congelación durante dos décadas de los planes nucleares, como ocurrió tras el desastre de Chernobyl en 1986, la energía renovable tendrá que desempeñar un papel aún más importante, o tendrán que acelerarse aún má las mejoras en la eficiencia".
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