Con el reciente anuncio sobre la salud del Presidente, creo que llegó la hora de escribirles a los revolucionarios sin falsas poses. No le escribo al Presidente ni a sus ministros o los bufones de turno que en cada comedia abundan, lo hago de manera franca a los revolucionarios; no busco la vía encubierta de los conspiradores sino por esta tribuna, públicamente.
Esta revolución nunca lo fue, nunca lo ha sido y ya no tiene tiempo de serlo. Esta ha sido sólo la forma en que un grupo de tenienticos, barraganas y viciosos han hecho fortunas y no pueden explicar cómo las hicieron, habida cuenta que sus oficios eran modestos y sus virtudes como empresarios cuestionables para presentarse hoy como los potentados que nunca fueron. La revolución no tiene jóvenes, ni campesinos, ni estudiantes, ni obreros, todos ellos hoy marchan contra el gobierno del Presidente Chávez, le adversan decididamente y luchan para acabarlo, y extirparlo como se hace con una plaga maligna.
La revolución es el pasado. Los jóvenes han irrumpido porque no tienen respeto ni creen en Chávez, ni en Elías Jaua, ni en Giordani o en Cilia Flores; todos ellos, a la luz de las generaciones de hoy, huelen a nafta catalítica, a tumba medieval y a retraso. A la juventud, el Estado y las instituciones como la Controlaría, la Defensoría, el Ministerio Público, les merecen indiferencia o desprecio. No son los jóvenes alzados hoy en los partidos o las ONG "instrumentos de la CIA", o del "imperio yanqui", no, no es así. Son una fuerza que se niega a que su vida la decida un falso Mesías.
REVOLUCIÓN
Resulta que ninguna revolución del mundo tiene éxito puesta sobre la figura de un hombre al cual se le dan poderes extraordinarios que no tiene, como no puede tener ningún mortal, y a los últimos acontecimientos me remito. La revolución rusa acabó con las obras de la Iglesia Ortodoxa en Rusia porque decían que aquello era idolatría, que postraba al pueblo, pero a la muerte de Lenin lo embalsamaron como si de San Judas se tratara e iban ahí los comunistas a rendirle reverencia. Sobre la figura de un hombre con la mezcolanza ideológica del señor Presidente de la República se puso el destino del cambio en Venezuela, con ello se justificó la subordinación de los derechos individuales reales a un derecho colectivo abstracto que tiene un solo intérprete que se abroga su representación: Hugo Chávez.
El ropaje preferido del comandante en jefe Hugo Chávez es el del camuflaje, en cuyas artes se ha revelado un maestro digno del estudio de las artes aplicadas de Maquiavelo, por eso no falta quien dude de que esté enfermo realmente y que sea un ardid más.
Además de las orgías en La Orchila, protagonizadas por miembros del alto gobierno; el hambre, la miseria y el desempleo, la revolución no puede mostrarnos sino la desviación y destrucción de las funciones y responsabilidades defensivas de la Fuerza Armada Nacional y su conversión en el brazo armado de quien ha sido ungido como el supremo intérprete de las necesidades de seguridad y defensa.
Su última consecuencia es la total inseguridad y la indefensión de los individuos y sus derechos frente al Estado. Por eso el Presidente puede prometerle a Santos que le enviará a un periodista con una página que publica comunicados de las FARC, como si de un saco de papas se tratase, porque efectivamente el Presidente está convencido de que la ley es él. A esto, el jefe del Estado puede sumar, mandarnos mensajes por Twitter, postales de Navidad y videos de diversión desde La Habana, porque él esta convencido de que puede hacer lo que se le venga en gana, y que los ciudadanos debemos asentir cándidamente y obedecerle ciegamente como si fuera un rey. Que yo sepa, los venezolanos no tenemos vocación de súbditos de nadie.
CHÁVEZ
Chávez nunca ha creído en otra revolución que no sea la de sí mismo, es decir, la de satisfacer sus desviaciones megalómanas y su absurda ambición de poder. El Presidente Chávez propuso en su momento, durante la Constituyente que redactó la Constitución del 99, que él podía "convocar la movilización nacional y adoptar las medidas necesarias para la defensa de la República, la integridad de su territorio y su soberanía" sin más requisito o condición que su voluntad. Ni las constituciones gomecistas dijeron que el Presidente tendría la facultad para "declarar los estados de excepción y suspender las garantías" sin que esta declaratoria se sometiera a control de otro poder o se previeran modos de restituir la normalidad.
Para cerrar con broche de oro, el Presidente se atribuía la facultad de celebrar y ratifica tratados "por razones de urgencia", "sin el requisito de la aprobación previa de la Asamblea Nacional". Esto lo propuso Hugo Chávez en 1999. Y se los recuerdo para que sepan quién es el Presidente y lo que él ha instaurado como gobierno. Es un dictador tumultuario, el mismo que ordenó al general Raúl Salazar, cuando era ministro de Defensa, que tomara a plomo el viejo Congresillo, a lo que el General le contestó que lo hiciera él, y cómo buen cobarde tragó grueso y calló.
Hoy por cierto, oran por el Presidente los mismos que él ha perseguido y ultrajado, la vida da vueltas.
He dicho.
Leocenis García
1 comentario:
Mejor imposible!!! totalmente de acuerdo.
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