Quisiera referirme a un tema, que considero que aún no se le ha colocado en una dimensión adecuada dada su posible gravedad en un futuro cercano. Me refiero al problema de los precios de los alimentos en los mercados internacionales, y en particular el de ciertos productos básicos como son los granos o cereales, entre otros.
Sería útil revisar rápidamente los últimos reportes referidos a la perspectiva mundial sobre este tema, elaborados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los cuales resultan preocupantes. Incluso, siendo algo temerario, podría hablar de una crisis (potencial) alimentaria en algún momento no tan lejano como el 2011.
Este no es un fenómeno nuevo y ya lo estábamos viviendo desde 2007, y aunque la crisis global sólo lo pospuso, ha vuelto a retomar cierta dinámica preocupante. El problema central lo podemos resumir en un posible faltante mundial de ciertos productos y el aumento desproporcionado de sus precios en los mercados internacionales. Las causas tampoco son nuevas: creciente demanda de algunos grandes mercados emergentes en Asia, particularmente China e India, cambio climático, especulación y el desarrollo creciente de los biocombustibles.
Algunos datos de la FAO sobre la evolución de los precios internacionales pueden ser ilustrativos. El índice de los precios de los alimentos, que considera carnes, lácteos, cereales, azúcar, aceites y grasas, que alcanzó un máximo en 2008 al llegar a 191 (2002-2004=100), alcanzó 205 en noviembre pasado. Pero el índice de precios de los cereales llegó a 225, mientras que el de azúcar alcanzó los 375. Lo más preocupante es que esta misma organización proyecta que los precios promedio de los cultivos durante los próximos diez años para los productos básicos estén por arriba de los niveles de la década anterior a los máximos alcanzados en el 2007-2008, tanto en términos reales como nominales. Por ejemplo, en el caso del trigo y cereales secundarios, se estima que estarán hasta 40% (en términos reales) por arriba de lo observado en el pasado.
Para Venezuela este tema es de gran importancia. Hay que recordar que no somos autosuficientes en la producción de alimentos y en algunos casos ni siguiera producimos ninguno de estos productos, por lo que se ha tenido que recurrir al mercado externo. Pero a nivel mundial se ha observado una producción menor a la esperada y una disminución no deseada de inventarios. Como señalé antes, las perspectivas son de una menor oferta respecto a la demanda esperada. Un efecto negativo inmediato, para Venezuela, será una mayor inflación en alimentos, que se agravará mucho más con la caída en la producción nacional.
Pero este tema rebasa el asunto de la inflación y la política monetaria, e incluso puede ser considerado de seguridad nacional. Hay que recordar que cuando se registró el fuerte aumento en los precios internacionales y un creciente desabastecimiento en el mundo, en muchos países se registraron importantes movilizaciones sociales y protestas. Es en este sentido que resulta crucial que las autoridades mantengan un seguimiento cercano y sistemático de la evolución de estos precios. Pero de manera más importante, es urgente que se tomen las medidas adecuadas de prevención que permitan estimular la producción nacional de productos claves así como la recomposición de inventarios. La información disponible parece ser contundente y si se cristaliza una crisis no podrá argumentarse “sorpresa”. Si no se actúa con tiempo, los costos podrían ser muy altos y los niveles de arrepentimiento mayores.
Autor: Alejandro Villagómez. Doctor en Economía por la Universidad de Washington. Especialista en macroeconomía, política monetaria y fiscal, ahorro y pensiones. Profesor e investigador. Ha sido consultor y asesor del gobierno mexicano, organismos privados y organismos internacionales. Este artículo cuenta con el apoyo de Aristimuño Herrera & Asociados.
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