enero 19, 2011

Los demonios y la política

“Los grandes dictadores son los primeros en crear sus propias mitologías.”Enrique Krauze
Neuro Villalobos (1996-2000)Desde hace mucho tiempo se ha dicho que la política la creó un demonio. Ciertamente, Alighieri en su “Divina Comedia”, le reserva un recinto en el infierno a los políticos, específicamente a los hipócritas, tiranos y traidores a la patria.
La política vaciada de contenido ético y en contraposición al derecho y la justicia, da lugar al uso de la fuerza y la violencia. Esta situación  ya había sido señalada en La República por Platón. El ejercicio de la política sin fundamento moral, la que da rienda suelta a las más bajas pasiones y perversiones del ser humano, es la que desata todos los demonios que anidan en lo más profundo del alma. Los venezolanos hemos sido testigos, sobre todo en la última década, de una praxis política inmoral e inescrupulosa.
Hace una semana, en la obligada comparecencia anual ante la Asamblea Nacional, el Presidente en su clásico mimetismo: lobo-oveja-lobo, invitaba a no perder la oportunidad para el diálogo y a no demonizarlo. Vaya cinismo, que el Dante le guarde ardiente ubicación en el averno. Entre los cristianos no basta el arrepentimiento si no hay verdadero propósito de enmienda. En ese sentido, si pretende dialogar sinceramente debe desmontar su aparataje jurídico antidemocrático y anticonstitucional, y deponer su actitud totalitaria, intolerante y dictatorial.
Recordando a Krauze, el sábado pasado observamos nuevamente a ese personaje del realismo mágico salido de las páginas de García Márquez: un inventor incesante de si mismo, un novelista de si mismo que viene a completar las obras de los héroes del pasado y, en última instancia, reencarnarlos. El balance de sus largos cuentos podemos resumirlo en el intento desesperado de un gobernante tratando de ocultar y disimular lo que Octavio Paz llamó una “ideocracia totalitaria”.
Entienda Sr. Presidente, los venezolanos no queremos cantos de sirenas, lo que deseamos es que la política rescate su versión Aristotélica como prototipo de toda capacidad humana cuyo objetivo es la vida feliz y digna de los ciudadanos, y donde la finalidad del Estado sea la promoción de la virtud y la felicidad de los mismos. Es decir, La política entendida como continuación y culminación de la ética y no como un juego entre demonios.

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