marzo 13, 2011

Emeterio Gómez: Capitalismo Popular


La Humanidad -y, en mayor medida, la Civilización Occidental-, a lo largo de sus diez mil años de Historia, ha desarrollado un hermoso e irreversible proceso de Igualación social y política. Desde la esclavitud más feroz, hasta la libertad individual más plena; desde las más primitivas monarquías teocráticas, en las que el rey se creía descendiente directo de Dios, hasta la poderosa noción de Democracia Liberal; desde la aristocracia feudal, en la que el Señor disfrutaba del oprobioso Derecho de Pernada: la facultad de acostarse ¡¡la noche de bodas!!, con cualquier mujer casada con un vasallo suyo, hasta la liberación femenina más radical de hoy; o, simplemente, del esclavo al vasallo y al obrero; del capitalista del siglo XVII al empresario actual, respetuoso de los Derechos Humanos; desde la sumisión fanática del Hombre (y la Mujer) a la voluntad omnipotente de un Dios arcaico, hasta el Libre Albedrío más radical impuesto por el Cristianismo; en síntesis, del Esclavismo al Feudalismo, al Capitalismo ¡¡y a la Democracia!!, a lo largo de ese complejo proceso histórico, la tendencia occidental hacia la Igualación ha sido radicalmente incontenible ¡e irreversible!

Dentro de esa tendencia más profunda y subyacente, se inscriben las presiones igualitarias radicales producidas en los últimos 400 años, a partir de la Modernidad: la institucionalización de los derechos civiles y políticos del ciudadano, la Igualdad radical ante la Ley, el arraigo definitivo de la Libertad Individual cuasiabsoluta; la Autonomía de la Conciencia Individual, como fundamento del derecho, la política, la economía y la ética; el Mercado y el libre juego de la oferta y la demanda, como la instancia en la que se constituye el valor de las mercancías; los Derechos Sociales y la Seguridad Social; la batalla crucial por la Igualdad de Oportunidades, los Derechos Humanos, la obligatoriedad de la Educación, etc., etc.; todo ello ha potenciado aquella hermosa tendencia hacia la Igualdad.

Es en ese poderoso marco, en esa tendencia irreversible -y como un factor decisivo- que se inscribe el Capitalismo Popular. Con todas sus variantes y modalidades: desde la simple democratización del capital accionario, hasta las microempresas, los microcréditos y la poderosa idea de una Sociedad de Propietarios, pasando por el cooperativismo (cuando éste es regido por la rentabilidad, obviamente), la cogestión, el outsourcing, etc.

Dentro de la grave y peligrosa crisis que vive Occidente (que siempre la ha vivido, ya lo sé, pero que en esta época -como en el siglo V a.C. y en el XV, a finales del Medioevo- se torna explosiva); dentro de esa quiebra profunda de los fundamentos filosóficos de la Libertad Individual, que logró superar al Nazifascismo y al Comunismo, pero que evidentemente se quedó "en el aire"; con toda la incertidumbre que vive la noción misma de Democracia; dentro de las inmensas dificultades para enfrentar la pobreza, Gadafi, el terrorismo, el narcotráfico, la proliferación de las mafias, la precariedad del Derecho (con México como su ejemplo más dramático); dentro de todo ese cuadro tan amenazante, el Capitalismo Popular y la Sociedad de Propietarios asoman como esperanzas entusiasmantes. Nada más poderoso que esas dos ideas para extirpar de raíz -¡y por fin!- aberraciones tales como la supuesta contradicción entre el Capital y el Trabajo, la Lucha de Clases y la Explotación del Hombre por el Hombre: tres monstruos del pleistoceno marxista, ya extinguidos, pero a los que Chávez ha logrado revivir.
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gomezemeterio@gmail.com

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