La industria de alimentos maniobra entre aumentos de costos, precios regulados y constantes amenazas por parte del Gobierno, lo cual a juicio de Pablo Baraybar, presidente de Cavidea, lo que hace es restar y en nada incentiva a la producción. Con tono jovial y cifras en manos explica cómo la devaluación, la inflación y la falta de políticas certeras ponen en riesgo el abastecimiento en el futuro cercano.
-¿Cuál es la situación de la industria de alimentos tras dos meses de la devaluación?
-El primer mes fue muy confuso, porque la disposición de mantener el dólar para alimentos a 2,60 era vigente al 31 de diciembre, y después el Presidente dio unas declaraciones que eran hasta la mitad de enero. Eso trajo consigo que empresas que tenían pedidos pendientes de materia primas, al ver que eran a 4,30, los anularon. Cuando vuelven a restituir al 2,60 y se vuelven a recuperar los pedidos, algunas empresas perdieron sus posiciones de compra. Hay algunos casos en que no se tiene una capacidad de inventario como había antes.
Gracias a esa medida las empresas hemos podido comprar materia prima, y en marzo y casi todo abril habrá inventario a 2,60 que permiten enfrentar la demanda sin afectar los precios por la devaluación.
Hay cuatro medidas que afectan a la industria: la devaluación, altos precios internacionales, inflación y porcentaje de producción regulada (...) Realmente el cuadro para las industrias es tétrico.
-¿Con la brecha que hay entre los costos reales y los precios regulados, qué tan sostenible es la producción?
-Estamos claros que no se puede agarrar el aumento de la materia prima y traspasarlo al precio final del producto. Pero hay formas de hacer ajustes. La devaluación la maneja estrictamente el Estado, entonces, ¿por qué no le asigna a las industrias que dependen de alimentos un dólar de 2,15?, eso quitaría 100% el efecto sobre los costos. La industria podría seguir importando con un dólar de 2,15 sólo los productos que están en esa situación. Los precios quedarían neutralizados hasta que los precios afuera se balanceen.
La otra manera es que cambiemos los porcentajes regulados y no regulados, que sean mitad y mitad; con el 35% de lo que atiende la industria más lo que atiende el Estado que es el 30% del país; sería 65% regulado y 35% tendría precios no regulado, que permitiría una ganancia de 14 puntos a las empresas sin subir los precios finales.
La tercera propuesta es que hayan aumentos graduales. Vienen aumentos de salario en mayo, y si las industrias sabemos que eso va a ser así nos podemos planificar, podemos seguir trayendo la materia prima perdiendo, pero recuperando en el tiempo hasta poder tener rentabilidad. Venezuela no puede seguir en un sistema donde la empresa privada va por un lado y el Estado va por otro
-¿De qué modo se ha afectado la disponibilidad de materia prima con el reordenamiento que viene aplicando el Estado en el campo?
-La ha afectado. No estamos de acuerdo con la expropiación de Agroisleña. Estamos convencidos de que la participación de la empresa privada en el campo es fundamental. Aquí se producían más de un millón 300 mil toneladas de maíz blanco especial para la harina precocida. Salir a buscar ese maíz en el mundo no es fácil. Venezuela no está en situación de desperdiciar nada que sirva para crecer (...) tenemos un problema de producción en estos momentos en el país de maíz blanco y amarillo, y de arroz. Y se está importando. Felizmente hemos recibido el material de CASA y con eso es que se está trabajando.
-Los países están restringiendo sus exportaciones para atender su mercado interno. ¿Cómo ven las previsiones de materia prima?
-Este es el grave problema de una política alimentaria que ha estado viviendo cada vez más de las importaciones. En 2008 Cavidea planteó crecimiento de 53% en maíz y más de 100% en café, y ya estamos importando café. No pudimos lograr que nos escucharan ni participar en ninguna discusión. Si nos hubiesen escuchado se habría solucionado el problema y estaríamos hasta exportando. Sin la empresa privada no habrá crecimiento ni desarrollo. El Gobierno sólo no lo va a hacer. La empresa privada tampoco puede sola. La única forma es trabajando juntos.
-En este escenario, ¿cómo vislumbran el abastecimiento para el segundo semestre del año?
-Noto preocupación. Nuestras proyecciones en Cavidea son a 6 meses y este mes más de la mitad de las categorías no tienen previsión, porque hay muchas cosas que definir. No sabemos si los precios se van a ajustar; si hay o no importaciones a 2,60 o a 4,30; si las empresas van a poder conseguir o no la materia prima. Si se centralizan las importaciones no sabemos cuánto van a repartir a cada quien, ni si va a ser la que se necesita. Es fundamental que el Gobierno trabaje con la industria privada. Eso sí, con todos los controles. No estamos negados al control, pero creemos que el momento es muy malo para tomar medidas de prueba que pueden ocasionar problemas de abastecimiento.
-¿Cómo se encuentran los inventarios de productos terminados?
-Manejamos inventarios muy bajos. Ha habido problemas en que por tener 15 días de inventario han puesto multas. Por dos días de inventario multaban, porque no estaban produciendo. Entonces no sabemos qué es lo bueno. Así una industria no puede trabajar. Pero 15 días es muy peligroso. La industria hace cinco años tenía 90 días de inventario entre materia prima y productos terminados, y tenía un proceso de importación fluido. Ahora las importaciones se demoran entre 125 y 150 días, y hay que mantener 15 o 20 días de inventario. Trabajar así es peligroso. Hasta ahora no ha habido desabastecimiento lo que hay son faltantes específicos y se deben a este problema. Exigimos que el Gobierno permita a las empresas privadas hacer lo que saben hacer bien, y poder atender el mercado como lo hemos venido haciendo hasta ahora.
-¿Puede el Estado con la infraestructura que tiene suministrarle a la industria materia prima de forma oportuna y en las cantidades que necesita?
-Creemos que no. Para las industrias es sumamente complejo el tema el manejo de los barcos, el contar con los vehículos, almacenes y silos. Cada empresa dedica a eso una cantidad de esfuerzo, horas hombre y contratación de empresas. El Estado no tiene esas capacidades. Hay pruebas de que cantidades tan enormes de productos no le son manejables.
-¿Cómo ha quedado la producción con las estatizaciones que han habido en el sector alimentos?
-En términos generales ha habido una pérdida de producción importante en cantidades, y lo estamos viendo. Cuando vemos que los mercados totales caen, pero las industrias privadas no caemos en la producción, entonces ¿dónde está la diferencia? Está en la caída de las empresas que han sido estatizadas. Lo vemos en varios sectores: harina precocida, donde las participaciones en el mercado eran 22% más altas que ahora, y empresas como Polar y Monaca sumaban 85% del mercado. Hoy ambas tienen 90% del mercado, ¿dónde está la diferencia? Hemos hecho seguimiento a la distribución física y en lo último del año había más capacidad de camiones libres que antes. En café es notable, en margarina es importante. Realmente la empresa privada es la que puede cubrir las necesidades de la población. Es posible hacer programas sociales en conjunto con el Estado, pero no se va a lograr el objetivo de la soberanía alimentaria si el Estado remplaza a la empresa privada. Hay que sumar, no restar y menos dividir, sino más bien multiplicar para que las empresas crezcan.
-¿Consideran que el Estado ha venido desplazando al sector privado?
-Sin duda. Primero a través de la nacionalización de empresas privadas, tomando sectores completos como el del café. Entre los argumentos que se dieron para tomar ese sector estaban la especulación con la materia prima, que no se estaba procesando y se desviaba café y la realidad es que estamos importando 70% del café que se produce ¿Quién está desviando ahora? Las empresas han hecho inversiones pero la demanda está creciendo enormemente; y es porque faltan las empresas que antes estaban.
-¿Cómo se adapta la industria al modelo del socialista del Gobierno?
-No se adapta. La empresa privada va a seguir haciendo lo que cree que debe seguir haciendo. Nosotros estamos produciendo alimentos para comercializarlos y obtener una rentabilidad. Pero no hay que tenerle miedo ni asco a la rentabilidad, porque eso sirve para reinvertir, subir los sueldos a los trabajadores, comprar maquinaria y pagarle a los accionistas que pusieron su plata. Decir que las industrias están solamente para producir alimentos es retórico.
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