Alemania dice que la política monetaria estadounidense carece de rumbo
A cuatro días del inicio de la cumbre de Seúl (Corea del Sur), la obra le está saliendo a China a pedir de boca. En la cuarta cita del foro de países ricos y emergentes, celebrada a finales de junio en Toronto (Canadá), el gigante asiático eludió una encerrona diplomática al anunciar una apreciación controlada de su moneda, el yuan, una exigencia unánime de los países avanzados, con EE UU a la cabeza. Tres meses después, la revalorización del yuan se ha quedado en anécdota (apenas un 2% respecto al dólar), pero las últimas decisiones estadounidenses han girado el punto de mira sobre Washington.
La propuesta del secretario del Tesoro de EE UU, Timothy Geithner, de limitar al 4% del PIB el saldo exterior (superávit o déficit) de cada economía, ha cosechado un rechazo mayoritario. Tanto que el pasado viernes retiró la idea de un objetivo fijo en favor de "una serie de indicadores, que actuarían como una alerta temprana sobre grandes excedentes o déficit para que puedan ser monitorizados", dijo ayer Geithner en Nueva Delhi (India).
Y ha gustado menos aún el anuncio de la Reserva Federal de que volverá a generar dólares para financiar la compra de títulos de deuda pública (420.000 millones de euros) a los bancos de EE UU: la decisión busca incentivar el crédito y la inversión en títulos privados, pero de paso, deprime el tipo de interés y el valor del dólar. Y hace más atractiva aún las operaciones a corto plazo en países emergentes, temerosos de la formación de burbujas en sus mercados financieros.
El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, criticó el paquete de estímulo monetario de EE UU porque en su opinión conducirá a "una salida de la crisis inflacionista", informa Andreu Missé. En su comparecencia ante el Parlamento Europeo, Juncker expresó su temor porque las medidas adoptadas por Washington provocarán un "aumento de liquidez hacia los países emergentes que estos no podrán absorber". Reiteró su convicción de que "el dólar no se encuentra al nivel en que debería estar en relación al euro", abogando implícitamente por su apreciación.
Alemania y Rusia (dos países con elevados superávit comerciales, como China) también se liaron ayer a dar mamporros dialécticos contra Washington, bajo la agradecida mirada de Pekín. "No es justo que los americanos acusen a China de manipular los tipos de cambio y después le den a la impresora de billetes y rebajen la cotización del dólar", lanzó el ministro de Finanzas alemán, Woflgang Schäuble, para quien la política estadounidense carece de orientación. "El presidente ruso insistirá en Seúl en que acciones como la de la Reserva Federal deben consultarse antes con otros países del G-20", adelantó Arkady Dvorkovich, asesor del líder ruso, Dmitry Medvédev.
Y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de visita oficial en India, tuvo que levantar la guardia y defender el estímulo monetario con una advertencia: "El mandato de la Reserva Federal, que es también mi mandato, es hacer crecer a nuestra economía. Y eso no es solo bueno para Estados Unidos. Lo peor que podía ocurrir a la economía mundial es que nuestro país acabe estancado o con un crecimiento muy débil". Para Obama, no es sostenible que haya países "con superávit masivos, mientras otros tienen déficit masivos. Los ajustes en las monedas deben llevar a un esquema de crecimiento más equilibrado".
El presidente de EE UU admite que "todos los países están preocupados ahora por lo que hacen los otros, pero la línea de flotación debe estar en pensar que todos los países del G-20 se beneficiarán si la economía de EE UU crece".
Lo que cada vez está más claro es que la controversia sobre los tipos de cambio y los desequilibrios externos restará muchas energías a las delegaciones del G-20 en Seúl. "Todo el mundo sabe ya que existe una guerra de divisas", indicó el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien puso en pie de igualdad "la devaluación de la moneda china y de la moneda estadounidense", otra muesca en el revólver de la diplomacia del gigante asiático. Una "guerra de divisas" que oscurece otros asuntos en la mesa de la cumbre coreana, como el primer paso significativo en la reforma financiera o la cesión de poder a los emergentes en el FMI.
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