diciembre 27, 2010

Cabimas y otros municipios de la COL, estado Zulia, hoy están en devoción hoy a San Benito


A este San Benito se le llama de Palermo, por la ciudad en que murió, o de San Fratello o San Filadelfo por el lugar en que nació, o también el Moro o el Negro por el color de su piel y su ascendencia africana. De joven abrazó la vida eremítica, pero más tarde pasó a la Orden Franciscana. No tenía estudios, pero sus dotes naturales y espirituales de consejo y prudencia atraían a multitud de gente. Aunque hermano lego, fue, no sólo cocinero, sino también guardián de su convento y maestro de novicios.
San Benito el Moro nació en 1526 en San Fratello, antes llamado San Filadelfo, provincia de Mesina (Sicilia), de padres cristianos, Cristóbal Manassari y Diana Larcari, descendientes de esclavos negros. De adolescente Benito cuidaba el rebaño del patrón y desde entonces, por sus virtudes, fue llamado el «santo moro». A los veintiún años entró en una comunidad de ermitaños, fundada en su región natal por Jerónimo Lanza, que vivía bajo la Regla de San Francisco. Cuando los ermitaños se trasladaron al Monte Pellegrino para vivir en mayor soledad, Benito los siguió, y a la muerte de Lanza, fue elegido superior por sus compañeros.
En 1562 Pío IV retiró la aprobación que Julio II había dado a aquel instituto e invitó a los religiosos a entrar en una Orden que ellos mismos escogieran. Benito escogió la Orden de los Hermanos Menores, y entró en el convento de Santa María de Jesús, en Palermo, fundado por el Beato Mateo de Agrigento. Luego fue enviado al convento de Santa Ana Giuliana, donde permaneció sólo tres años. Trasladado nuevamente a Palermo, vivió allí veinticuatro años.
Al principio ejerció el oficio de cocinero con gran espíritu de sacrificio y de caridad sobrenatural. Se le atribuyeron muchos milagros.
Se le tenía en tal aprecio que en 1578, siendo religioso no sacerdote, fue nombrado superior del convento. Por tres años guió a su comunidad con sabiduría, prudencia y gran caridad. Con ocasión del Capítulo provincial se trasladó a Agrigento, donde, por la fama de su santidad, que se había difundido rápidamente, fue acogido con calurosas manifestaciones del pueblo.
Nombrado maestro de novicios, atendió a este delicado oficio de la formación de los jóvenes con tanta santidad, que se creyó que tenía el don de escrutar los corazones.
Finalmente volvió a su primitivo oficio de cocinero. Un gran número de devotos iba a él a consultarlo, entre los cuales también sacerdotes y teólogos, y finalmente el Virrey de Sicilia. Para todos tenía una palabra sabia, iluminadora, que animaba siempre al bien.
Humilde y devoto, redoblaba las penitencias, ayunando y flagelándose hasta derramar sangre. Realizó numerosas curaciones. Cuando salía del convento la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito, encomendarse a sus oraciones. Dócil instrumento de la bondad divina, hacía inmenso bien a favor de las almas.
En 1589 enfermó gravemente y por revelación conoció el día y hora de su muerte. Recibió los últimos sacramentos, y el 4 de abril de 1589 expiró dulcemente a la edad de 63 años, pronunciando las palabras de Jesús moribundo: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu». Su culto se difundió ampliamente y vino a ser el protector de los pueblos negros. Fue canonizado por Pío VII el 24 de mayo de 1807.
Fuente: Ferrini-Ramírez, Santos Franciscanos para cada día, Asís, Editorial Porziuncola, 2000, pp. 104-105
Su cuerpo, que aún se conserva incorrupto en el convento de Santa María de Jesús junto a Palermo, empezó en el acto a ser objeto de la pública veneración de los palermitanos. Los innumerables milagros obrados por su intercesión obligaron a la Santidad de Benedictino XIV a beatificarlo; y después de nuevos prodigios, Pío VII le colocó en el catálogo de los Santos.




Los Chimbangueles de San Benito

El estado Zulia, al igual que muchos estados del Occidente de Venezuela, posee una especial adoración a San Benito. Esta veneración alcanza su máximo apogeo el 28 y 29 de diciembre, cuando se lleva a cabo una gran fiesta para darle gracias por los milagros concedidos, las curaciones, la protección a las cosechas y hasta la prosperidad económica.

Los devotos se organizan en cofradías en las poblaciones de Bobures y Gibraltar, y después de la misa proceden a pasear por todo el pueblo la imagen del Santo, en una carroza decorada con flores, en medio de danzas y música.

Los participantes se colocan una soga de palma en el pantalón, un sombrero de cogollo adornado con flores, una cinta gruesa cruzada sobre el pecho, un pañuelo en el cuello y alpargatas.

Los Chimbangueles son los tambores típicos de este tipo de celebración y se tocan formando un ritmo característico acompañado de cantos alegóricos a San Benito.

Según la tradición, San Benito o San Benito de Palermo es un santo negro al cual le gusta mucho la parranda, el baile, la música y las bebidas.

En Cabimas desde Tempranas horas de la mañana, de este lunes, los feligreses se aglomeran en las puertas de la Catedral de Cabimas para escuchar la misa en honor a San Benito y así dar inicio a la procesión hacia el sector de Ambrosio. Mucha alegría y emoción se siente en pleno casco central de la ciudad. Simultáneamente en Ciudad Ojeda y los palafitos de Ceuta también veneran al Negro de Palermo.

Estiman que, aproximadamente, unas 500 mil personas asisten a la procesión que se realizan en la ciudad de Cabimas.

Monseñor William Delgado preside la eucaristía especial que comenzó a las 8:30 am. En ésta destacó el civismo y la participación de los cientos de hombres, mujeres y niños que asisten a expresar su devoción por el santo. También pidió, especialmente, por los damnificados por las lluvias.

El gobernador del Zulia, Pablo Pérez, asiste a los actos junto con el alcalde Félix Bracho.

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