"Ya lo echamos muchísimo de menos", dijo un alto funcionario de la UE en medio de la crisis financiera. "Solo hay que ver el descalabro de esta semana con Grecia", agregó. El ex funcionario del FMI se la jugó como soporte de la zona euro como ningún director gerente del FMI lo había hecho antes, al usar su posición para convencer y a veces hasta para regañar a los gobiernos europeos más reacios a una unión fiscal mayor. Strauss-Khan, ha sido un defensor consistente y un articulador de una mayor integración europea, centrada en el bloque de la moneda única.
Su impactante renuncia tras las acusaciones de agresión sexual en contra de una mucama de hotel en Nueva York, que él niega, habría llegado en el peor momento para la Unión Europea, que hoy enfrenta una profundización de la crisis de deuda y una ola de contagio de furioso nacionalismo.
Con el vacío político de su alto puesto, que tardará semanas en llenarse, el Fondo Monetario Internacional está mostrando señales de revertir su postura hacia una más apegada a las normas y cautelosa, lo que eleva el riesgo de una desordenada moratoria griega que puede tener consecuencias sistémicas.
El fondo dijo la semana pasada que no entregaría el siguiente tramo de ayuda para que Grecia se mantenga a flote, previsto para fines de junio, a menos que la UE garantice todas las necesidades de financiamiento de Atenas por los próximos 12 meses, algo que sería muy poco probable.
"Si hubiera un líder político fuerte al mando, esta persona podría ser capaz de dirigir el curso y tender puentes. Pero vemos que la institución se ha vuelto más conservadora y está guiándose por el libro y volviéndose aversa al riesgo", dijo Domenico Lombardi, ex miembro del directorio ejecutivo del FMI.
"Strauss-Kahn estaba dispuesto a poner dinero, a pre-comprometer recursos del FMI de una manera que no había precedentes, para apoyar a la zona euro", agregó Lombardi, experto del Brookings Institution en Washington.
"No dudaba en imponer su autoridad frente al directorio del FMI", añadió.
Pero algunos analistas, principalmente de Estados Unidos y Reino Unido, han planteado que sería mejor que el próximo jefe del FMI venga de fuera de la zona euro, precisamente para adoptar una postura más dura y menos indulgente frente a la crisis de deuda que la de seguir inyectando dinero.
El único candidato declarado que encaja con ese perfil es el gobernador del banco central de México, Agustín Carstens. Las nominaciones de candidatos para suceder a Strauss-Kahn deben estar inscritas antes del 10 de junio. Se espera que la elección se realice el 30 de junio, pero tomaría algún tiempo para que el nuevo titular asuma.
Como están las cosas, la actual ministra de Economía francesa, la centro-derechista Christine Lagarde, es la enorme favorita, tras asegurar el apoyo unánime de la UE y de señales privadas de respaldo de Estados Unidos y China, según diplomáticos.
Lagarde cuenta con herramientas de manejo y comunicaciones, pero carece de experiencia en economía.
Strauss-Kahn criticó reiteradamente la lenta y poco sistemática respuesta de Europa a la crisis de deuda que comenzó en Grecia y se ha extendido hasta ahora a Irlanda y Portugal, obligando a aprobarles rescates, que son cada vez más impopulares en el norte de Europa.
El francés -junto con su coterráneo, el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet- jugó un rol decisivo en convencer a la canciller Angela Merkel de apoyar el rescate financiero a Grecia después de meses de rechazarlo.
"Cada día que se pierde, la situación va de mal en peor", dijo Strauss-Kahn tras una reunión clave el 28 de abril del 2010. "Si no arreglamos esto en Grecia, podríamos tener un sinnúmero de consecuencias en la UE", agregó.
Pese a la oposición germana, abogó por un fondo de rescate de la zona euro más grande que pudiera ser usado de manera más flexible, con el fin de rescatar a países en dificultades antes de que se hundieran.
No tuvo miedo al propugnar audaces soluciones al estilo federal, tales como fijar políticas económicas más centralizadas en Europa, un solo asiento para la zona euro en foros globales como el propio FMI, y un mayor presupuesto común de la UE.
Como ministro de Finanzas en el cambio de siglo, Strauss-Kahn sugirió a su par alemán, Hans Eichel, juntar los asientos de Francia y Alemania en el directorio del FMI como un primer paso hacia un sillón único europeo, con un alemán como el primer representante conjunto.
El ministro de Relaciones Exteriores de Francia en ese momento, Hubert Vedrine, rechazó la idea, argumentando que pondría presión sobre París para que dejara su asiento permanente y con poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Alemania finalmente rechazó la iniciativa.
En privado, Strauss-Kahn aplaudió la iniciativa de emitir bonos comunes de la zona euro para reducir los costos de endeudamiento de los estados más débiles, siempre y cuando ellos se atuvieran a duras metas de reducción de déficit.
"Una unión monetaria internacional solo puede sobrevivir si tiene fuertes mecanismos de coordinación fiscal que entregan los beneficios macroeconómicos claves de una unión fiscal", sostuvo en una conferencia en Bruselas en septiembre pasado.
"Mi principal mensaje es que debe dársele un mayor rol en las políticas fiscales nacionales al centro de la Unión Monetaria Europea si quiere convertirse en una unión monetaria más eficaz y resistente", agregó.
"Un presupuesto central mayor haría que haya más financiamiento disponible para frenar las debilidades estructurales en áreas como infraestructura, inversión en investigación y desarrollo, y educación, lo que a su vez impulsaría el crecimiento en la zona euro", agregó en el mismo discurso.
Tales opiniones son impopulares entre los gobiernos de los principales países miembros, que quieren cortarle las alas a Bruselas y frenar el gasto de la UE.
Pero Strauss-Kahn estaba convencido de que Europa necesitaba dar otro salto como unión monetaria hacia un federalismo fiscal, de manera de hacer que el euro funcionara más adecuadamente y fuera más relevante a nivel global, y así evitar quizás el eventual colapso de la moneda única.
Sin su presencia como jefe del FMI, o como presidente de Francia, las posibilidades de que tales ideas se apliquen parecen cada vez menores.
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