julio 31, 2011

Jorge Botti: "Coadyuvaremos a reconstruir al País sin la arrogancia de la derecha ni el resentimiento de la izquierda"

La elección de Jorge Botti como nuevo presidente de Fedecámaras ha generado la percepción de que hay un cambio de rumbo en el sector empresarial venezolano. Los mecanismos institucionales y la interlocución con el gobierno se encuentran minados por la desconfianza. Botti quiere "trazar una raya", que permita superar lo "ocurrido en 2002", a partir del reconocimiento mutuo. La discusión tiene que servir para construir un modelo económico, donde las palabras claves sean "progreso con inclusión y responsabilidad con libertad". ¿Será posible? 

Fedecámaras quiere desplegar cuatro aspectos fundamentales de su agenda. Uno: alianza con los trabajadores, "modelar desde la institución una nueva relación obrero patronal; cada empresa, por pequeña que sea tiene que entender que el sector trabajo no es algo marginal". Dos: una alianza con las comunidades para contribuir a "darle organicidad a muchas iniciativas que hay en el país". Tres: el acuerdo con las academias "para discutir el modelo de desarrollo" y cuatro: una alianza con el gobierno para desarrollar políticas públicas exitosas. 

- ¿Qué análisis hace del modelo económico venezolano?

El equipo que llega a Fedecámaras está muy consciente de que algo no marcha bien en Venezuela y que eso va más allá del escenario de la revolución bolivariana. Estamos convencidos de que la economía está muy maltrecha desde hace muchos años. Diría que el modelo venezolano, que fue acompañado del famoso y vilipendiado Pacto de Punto Fijo, se agotó a mediados de los años 70. Independientemente del análisis que pudiéramos hacer, creo que el saldo es mucho más positivo que negativo. Durante los primeros 25 años hubo crecimiento económico sin inflación y una gran movilidad social. Eso no se puede negar. Pero ese modelo se agotó y la sociedad y sus elites no fueron capaces de entenderlo. 

- Pero las elites están aquí, en Fedecámaras.

No, no, no. En todo caso, creo que somos una parte de ellas. Además, estoy convencido de que una de las cosas que hay que rescatar es que precisamente lo más granado de la sociedad empresarial esté aquí, en Fedecámaras, porque si bien están afiliados, no dirigen la institución. Creo que eso es sano, sobre todo para entender que el nuevo compromiso de la comunidad empresarial organizada tiene que ser con la sociedad y con la competitividad. Tenemos que empezar a ver cuáles fueron esos grandes errores que cometimos todos desde el boom petrolero (1973) para acá. ¿De qué estoy hablando? Nos convertimos en una sociedad absolutamente rentista. 

¿Por qué la sociedad venezolana no ha sido capaz de construir un modelo económico que sea eficaz, que sea incluyente y que sea sustentable? ¿Qué ha ocurrido?

Para mí la respuesta más obvia, la más evidente, es la riqueza fácil. La mentalidad clásica minera, la del saqueo si se quiere, que no es otra sino la de extracción y el disfrute, pero nos olvidamos que la riqueza hay que producirla. Venezuela tiene 35 años con un tamaño invariable de la economía. Si llevas el famoso PIB (Producto Interno Bruto) en términos reales, que a mi juicio no llega a 200.000 millones de dólares anuales, y lo deflactas con la inflación del dólar mismo, es muy probable que tengamos una riqueza colectiva muy similar a la que teníamos en 1978. Pero ese año éramos 12 millones de habitantes; hoy somos 30 millones. Construimos una sociedad en la que todos, empresarios y ciudadanos, nos convertimos en rentistas, en perseguidores de renta. 

Esa tarea está pendiente, está inconclusa. ¿Qué hacer?

Lamentablemente, lo que ha ocurrido en los últimos años no ha sido sino la potenciación de esos errores. Una gran esperanza que había de un cambio hacia una sociedad productiva, que fuera menos dependiente del petróleo, que fuera más consciente de su propio destino. No fue así. Ha pasado una década.
¿Ese es el balance que hace del gobierno bolivariano?
No, hay cosas muy buenas que resaltar. Va a ser algo muy positivo que tengamos una sociedad que despertó, que quiere participar. Hay modelos que se agotaron y se agotaron para siempre. Hablar de democracia participativa, por ejemplo, no tiene ningún sentido, no lo tiene; tenemos que reentender la democracia participativa y ponerla a funcionar. En segundo lugar, se ha reivindicado el ejercicio de la política. Estamos asistiendo al fin de un ciclo histórico que tiene que hacer que los actores sociales se entiendan. A partir de esa base es que queremos afrontar este período de Fedecámaras, con un sentido que se aleje de la confrontación estéril y le tienda la mano a la sociedad toda. Eso involucra a trabajadores, academias, comunidades y gobierno.

¿Usted como que anda en la onda de la tercera vía?

El mundo entero está en problemas. Hay quien dice que el capitalismo está en crisis. No, lo que está en crisis son los valores morales del capitalismo; los valores morales de la sociedad occidental. Lo que está pasando en Europa, lo que ocurre en Estados Unidos, a las puertas de un default (suspensión de pagos), no es otra cosa que haber olvidado que no se puede repartir lo que no se produce. Puede sonar a un argumento típico liberal, pero esto tiene que ser el centro de este tema: una sociedad que produce riqueza la puede repartir y genera el estado de bienestar; fabricarla en forma artificial, a través de los grandes centros financieros nos lleva siempre al caos. 

La interlocución del sector empresarial con el gobierno ha sido difícil. Bueno, un presidente de Fedecámaras encabezó un golpe de Estado. A partir de 2002, el gobierno ha buscado el apoyo de empresarios de Brasil, de China, de cualquier parte, porque no hay forma de superar la desconfianza. ¿Cómo avanzar?

Los sucesos de 2002 rompieron la confianza de todos los actores sociales del país. Creo que ha llegado la hora, independientemente del esfuerzo que hicieron mis antecesores, de trazar una raya definitiva. Aquello fue un error garrafal. No fue una acción institucional, pero la institución se vio arrastrada a ello. La Fedecámaras de hoy no puede ser responsable de la Fedecámaras de 2002. Hemos querido trazar esa raya definitiva y reafirmar hasta el cansancio que esta institución no tiene vocación de poder y no puede tenerla jamás. Nuestro papel es influir en la sociedad, influir en las políticas públicas y en el diseño de un país distinto. Al decir esto no buscamos que el gobierno nos perdone de alguna forma. Lo que queremos es restablecer los canales de confianza con el poder político, con todo el ámbito político. Algo que está entendiendo esta sociedad es que cada quien tiene que asumir su papel y no es ningún pecado que nuestras cámaras de base establezcan mecanismos de contacto con todas las instancias gubernamentales. Ojalá podamos hacerlo con el alto gobierno para discutir los grandes temas de la nación. 

¿Hay, efectivamente, entre empresarios de la provincia, el interés de reconstruir la interlocución con el gobierno?

No ha sido una petición. El hecho de que se reconozca que se cometieron errores, no implica que desconozcamos el interés del gobierno de tratar de buscar otros interlocutores empresariales que no ha conseguido, no solamente con instituciones que se han creado y que respetamos, porque en Venezuela existe el derecho de libre agremiación, pero la verdad es que no lo ha conseguido ni ha habido manera de que se establezca un diálogo con el sector empresarial, más allá de la asignación de las divisas o de ver como se controlan los precios. Me estoy refiriendo a las grandes políticas. Eso no se ha rescatado. Creo que ha faltado voluntad en ambos lados. Una voluntad sincera y que ha pasado suficiente tiempo para advertir que los controles no funcionan, que los mecanismos prolongados de control de cambio tampoco funcionan. Hay algo que no está manejándose bien en la economía.

En América Latina hay distintos gobiernos con énfasis de izquierda y podría decirse que lo fundamental gira en torno a una premisa: construir un modelo económico que funcione y que a su vez incluya.

Aquí las palabras claves son progreso con inclusión y libertad con responsabilidad. Tienen que ir de la mano. Por eso digo que la sociedad toda debe comprometerse con algo nuevo. Si fuese solamente progreso con inclusión, mañana nos pondríamos de acuerdo. Pero el tema es que no nos estamos poniendo de acuerdo. La construcción de un modelo de desarrollo no puede ser un asunto solo de partidos políticos o de claustros universitarios o cónclaves empresariales, tiene que tener mucho tejido social. Tiene que sacarse a la calle, a la discusión. Por eso hemos establecido alianzas con las academias, justamente para abrir el debate. Lo peor que podemos hacer es dejarnos llevar por los extremos. En esta sociedad no cabe ni la arrogancia de la derecha ni el resentimiento de la izquierda. Tenemos que encontrarnos, en alguna vía, y creo que Brasil es una excelente referencia. De lo contrario no vamos a salir de la pobreza. Si no les damos a los ciudadanos la oportunidad de innovar, de crear riqueza, va a ser imposible. 

¿Con qué ministro piensa reunirse?

Deberíamos reunirnos con todos los ministros del área económica, ¿no? Lamento decir que cuando fui presidente de Consecomercio no pude hablar con ninguno. Eran otros momentos, acababa de finalizar el paro y me tocó trabajar internamente, rescatar el entramado empresarial y de las cámaras que formaban parte de Consecomercio y sobretodo explicar qué era lo que había sucedido. El aprendizaje ha sido enorme. Lo prolongado de ese paro también fue algo insensato, yo participé en comisiones de trabajo que recomendaban otra cosa, que me permitieron cultivar grandes amistades en el mundo político y en el mundo sindical. Si no salimos de la diatriba y de la polarización no vamos a ser capaces de entendernos.

¿Cuándo aspira ir al Palacio de Miraflores?

Acabo de firmar (miércoles pasado) una solicitud de audiencia con el presidente Chávez, entendemos que está pasando por un trance difícil y si es con el vicepresidente Jaua, estamos preparados para ir en cualquier momento.

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