Entre 2004 y 2008 las familias disfrutaron de un entorno donde la capacidad de consumir aumentó gracias al torrente de petrodólares que ingresó al país, pero el pequeño boom tocó techo y desde entonces el salario pierde fuerza ante el constante incremento de los precios.
Las cifras del Banco Central registran que el consumo privado retrocedió 2,8% en 2010 y en los últimos dos años acumula una caída de 5,9%.
Las familias reciben el embate de la mayor inflación de América Latina y en los últimos doce meses los precios acumulan un avance de 27% que no ha podido ser compensado con los discretos incrementos de salario por parte del sector privado y la administración pública.
En términos reales, después de descontar el incremento de los precios, el retroceso en la capacidad de compra del salario al cierre del tercer trimestre de este año es de 1,8% para los trabajadores de las empresas privadas y de 15,3% en el caso de quienes están en la nómina del Estado.
Las perspectivas no son halagadoras. Presionado por el descuadre entre el ingreso y los gastos el Gobierno devaluó la moneda para recibir más bolívares por los petrodólares.
El resultado es que el tipo de cambio para la importación de alimentos básicos y medicinas aumentó 65% desde 2,6 bolívares por dólar hasta 4,30, algo que necesariamente le dará impulso extra a la inflación en 2011.
La posibilidad de que este año los ajustes de salario logren compensar el terreno perdido es muy pequeña si se toma en cuenta que la recesión golpea la caja de las empresas y las cuentas del Gobierno empeoran por el costo que tendrá reconstruir escuelas, viviendas y vías de comunicación destruidas durante la temporada de lluvias.
Tarjetas con techo
Dispuesto a controlar el crédito al consumo, considerado como superfluo, el Gobierno impulsó la reforma a la Ley de Bancos que limita el financiamiento con tarjetas, una tuerca esencial en el motor del crecimiento económico y en el presupuesto familiar.
Banqueros consultados explican que el uso de las tarjetas de crédito no solo está asociado a la compra de ropa, zapatos y demás productos que el Gobierno puede catalogar como no básicos en su cruzada por lo que denomina el "consumo necesario".
La clase media también utiliza las tarjetas de crédito para incrementar el dinero que efectivamente dispone al cierre de cada quincena y cancelar alimentos, medicinas, clínicas e incluso, el costo de los colegios privados.
De acuerdo con los datos de la Superintendencia de Bancos dos entidades financieras privadas ya superan el límite establecido para el financiamiento con tarjetas de crédito y otro grupo se encuentra cerca del techo.
La ley otorga 180 días para adecuarse y si en definitiva no se flexibiliza la norma los bancos tendrán que escoger entre un abanico de opciones que incluiría menos entrega de nuevas tarjetas y revisión del cupo disponible para cada cliente.
Si se observa el gasto de las empresas y las personas dentro del país, algo que técnicamente los economistas denominan la demanda agregada interna, 58,8% corresponde al consumo y el resto a inversión, de tal forma, que las restricciones entorpecen la salida de la recesión.
Las estadísticas del Banco Central de Venezuela reflejan que el consumo incrementó su peso dentro de la economía desde 61,29% del PIB en 2005 hasta 71,90% al cierre del tercer trimestre de este año.
vsalmeron@eluniversal.com
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